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Cada noche se les escucha reír, juegan. Siempre es igual. Ha llegado la hora de dormir.
Se siente un frío pesado en el ambiente. Su mamá lo besa tiernamente, lo abriga y lo bendice. Regresa a su habitación, con el rostro angustiado le dice a su esposo:
_ Cariño, debemos llamar al sacerdote ahora mismo
Mientras en la habitación del niño se enciende la luz. Las risas comienzan de nuevo.
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