- LA MANO VENCIDA-
Sara miraba su mano temblorosa, de piel fina y arrugada, sobre el reposabrazos de una vieja
butaca. Jugueteaba rascando un pequeño y raído agujero con el dedo índice de su mano derecha, frente a una ventana con un horizonte borroso y desconocido. Todo era desconcertante para ella, mezclando viejos recuerdos con fantasías, alborontando su cabeza, volviéndola distraída y de pocas palabras.
Pablo entró y cerró la puerta tras de sí, salió una media sonrisa espontánea al ver cómo el cabello de Sara sobresalía por el respaldo de la butaca, una vieja costumbre que no habìa perdido. Suspiró y se armó de valor para coger un taburete y ponerse frente a ella. Agarró sus manos con cuidado y cariño, como cuando se arropa a un pollito indefenso. Sara se quedó observando la cara de Pablo, parecía cansado. Pero se sentía extraña, así que fué escurriendo sus manos, tratando de escapar de algo que no recordaba. Ahora sus manos se enredaban en su camisón, pegando pequeños pellizcos repetitivos, como si no pudiera dejarlas quietas.
Pablo apoyó su cabeza en las piernas de Sara, ella comenzó a acariciar por inercia el pelo canoso de Pablo.
Al poco tiempo empezaron a brotar lágrimas por el desgastado rostro de Sara. No sabía porqué, pero se sentía triste. Entonces, todo cambió. Sara comenzó a tararear una antigua canción, y por fin un recuerdo nítido. Recordaba como le cantaba esa canción a Pablo después de hacer el amor, y reían, y eran felices...
Y ahora ya lo sabía, se había dejado llevar por el olvido, sabía que no duraría mucho el instante del recuerdo, que era efímero, que luchaba contracorriente.
- Déjame marchar Pablo-, - no vuelvas más- así no es como quiero recordar- prefiero olvidar.
Y fué así como Sara dejó caer de nuevo su mano sobre el reposabrazos, sumergiéndose de nuevo en el raído y pequeño agujero, sumergiéndose en el olvido.
-FIN-
RaquelPlaza.
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