- EN LOS ZAPATOS DE LISA-
Por RaquelPlaza
Enviado el 22/02/2016, clasificado en Cuentos
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-EN LOS ZAPATOS DE LISA-
Un fuerte estruendo despertó a Lisa aquella mañana de Abril, tapó su cabeza con la almohada, asustada y avergonzada por su repentina actuación.
Lisa sabía que se trataba de una tormenta, llevaba días lloviendo sin parar. Sacó sus delgadas piernas por el borde de la cama, desperazando sus pequeños dedos y moviéndolos como una ola en el
mar. Cogió su uniforme perfectamente colocado y planchado del armario, que ella misma ordenó la noche anterior; en ese momento
pensó en los días que llevaba sin ver a su madre. -Creo que dos- dijo en voz alta. Su madre tenía dos empleos,
uno de día y otro de noche, gracias a su anterior padre que las dejó sin un Yen. Lisa quería sacar rápido de su cabeza aquellos acontecimientos.
Así que empezó apresuradamente con su rutina, comenzó a vestirse; primero le esperaban en su cajón unos relucientes calcetines blancos que cubrían por completo sus pantorrillas,
después continuó con la camisa blanca y el jersey de pico azul marino a juego con la falda plisada.
A Lisa le gustaba que su madre la peinara, lo hacía rápido y cada día le hacía uno distinto. Sin enbargo ella perdía casi 15 minutos en dejar una coleta bien hecha.
No le gustaba desayunar sola, lo odiaba. Sacó los fideos del frigorífico y se los comió de pie frente a la ventana, casi no veía nada entre la lluvia y la contaminación.
La prisa se la llevaba al ver lo tarde que se le hacía... aún le quedaba hora y media caminando. Fué hasta la entrada, se puso los zapatos y casi de un brinco cogió la cartera y el paragüas.
Al salir a la calle echó de menos su chaqueta. -No importa- dijo en voz alta. Llovía a cántaros, y había olvidado también poner los plásticos en sus zapatos.
- Vaya día- susurró... Giró a la izquierda, con su mirada fija en los pies, le gustaba caminar de esta forma, parecía que sus zapatos iban solos, sin nadie que los guiara, hacia ninguna parte, sin camino ni dueño.
Al girar la esquina se topó con el diario barullo de gente, enredando su paraguas cómo una ola arrolla algo flotante,
cuando por fin logró atraparlo entre la multitud, ésta le hizo un hueco en unas de las corrientes.
Los caminantes la llevaban por inercia y la apretujaban, como si no existiera, a sus ocho años era bastante alta pero no lo suficiente como para sacar cabeza entre la multitud,
éste fué uno de los motivos por los que detestaba el autobús, otro motivo; usar ese dinero los domingos con su madre,
el único día que podía disfrutar con ella.
Al fin consiguió salir de allí, metiéndose por una bocacalle, pudo de nuevo volver a fijar su atención en sus zapatos; estaban empapados y sentía que sus pies estaban arrugados.
Continúo pisando todos los charcos que veía en su camino, total, más no podía mojarse... la lluvia se había detenido de golpe,
como si se le hubiera puesto un semáforo en rojo en el último momento. En su paso por los charcos pudo apreciar que al pisarlos cuidadosamente, dejaba en el reflejo unas serpenteantes líneas de
colores como el arcoíris, pensó por un momento que las huellas de sus zapatos eran mágicos. Sonrió tímidamente, qué bobadas,
ella no creía en esas cosas, estaba demasiado hecha de realidad.
Al fin llegó a la puerta del colegio, las risas y voces de los niños la habían avisado unas cuantas calles antes. Se quedó quieta frente a la verja, de nuevo comenzaron a caer gotas,
se preparó para abrir su paragüas y fué entonces cuando unos papeles y unas cuantas hojas hicieron un fuerte remolino
arrancando de sus manos el paragüas abierto, se fue danzando con el viento, dando vueltas, girando sobre sí, alzando el vuelo hacia la libertad, bailando con objetos olvidados y
desperdiciados por el consumo exagerado. Lisa se quedó observando el camino de su paragüas, sintiendo la misma sensación
que cuando miraba sus zapatos caminado; sin dueño, sin rumbo, sin camino.
-FIN-
RaquelPlaza.
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