- EL BISTEC-

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                         -EL BISTEC-

- Andrés, Andrés, despierta... hemos llegado, has dormido cuatro horas...- Así fué como Lara me despertó aquella mañana de Febrero en el interior de nuestro coche.

Algo dolorido por la postura, le dí un cálido beso. Me sentía agradecido por la sorpresa que me esperaba. Hacía mucho tiempo que no hacíamos otra cosa que trabajar, y estar de lleno sumergidos en una implacable rutina.

Siempre llevaba yo las riendas en éste sentido, intentaba sorprenderla con pequeños detalles. Pero esta vez era ella la que me sorprendía a mí. Nos esperaba un fin de semana, espero; lleno de sorpresas y cariño, que quedó atrapado en nuestras aventuras juveniles.

Nos bajamos del coche, en una hermosa casa rural, rodeada de árboles pelados y colinas con abrigos de algodón.

Entre risas y cosquillas conseguí sacarle a Lara lo que me tenía preparado. Una cena en uno de los mejores restaurantes de brasería del país. Adoraba la cocina, era una de mis grandes aficiones. Y la carne me volvía loco. Estaba encantado con lo que nos esperaba esa noche.

Depués de una maravillosa tarde de pasión, novedades y juegos, nos arreglamos para la esperada visita del restaurante.

Lara conducía despistada, los caminos entre las colinas nevadas eran enrevesados y oscuros, y parecían conducir hacia ninguna parte, parecían tener un único propósito, perdernos.

Pero no fué así, al fin llegamos; tarde, pero llegamos. El restaurante nos esperaba en la cima de una de las colinas, era una masía reformada, grande y de al menos tres plantas.

Había que tirar del cordel de una vieja campanita que colgaba en la entrada. Un joven camarero nos abrió la puerta, dentro casi no había luz ni gente, tan sólo un par de parejas en mesas distanciadas. La iluminación tan tenue no me dejaba ver mucho más.

Nos sentamos en una de las mesas arrinconadas, nos apetecía tener intimidad. Una vez sentados y ya acostumbrados a la poca luz, echamos un vistazo a nuestro alrededor. Para nuestra sorpresa había por todo el salón una recopilación de fotografías de una joven desnuda, maniatada y amordazada. Justo encima de su pubis ( y forzando mucho la vista para leerlo) se podía ver escrito: " En el menú de hoy..." Me parecía grosero, pero Lara y yo nos reíamos y comentábamos lo extravangantes que podían llegar a ser algunos de los artistas de hoy.

Cómo ya sabíamos, en el menú sólo había carne, y fotos de la chica por toda la carta. No quería recrearme demasiado mirando la intrigante y sugerente carta, ya que Lara podía molestarse pensando que miraba a la chica. Era celosa y de carácter fuerte. Así que rápidamente pedí el gran bistec especialidad de la casa. Y Lara carne estofada también recomendada por el chef.

Al fin llegaron nuestros platos, estábamos deseando acabar y salir de allí, se respiraba un ambiente raro y silencioso. Enfrente de mí colocaron un enorme bistec, poco hecho y algo sangrante. Comencé a comerlo, su sabor era intenso, delicioso, jugoso... Cuando llevaba más o menos la mitad de la comida me entraron ganas de ir al baño. Subí las escaleras a la segunda planta, me había parecido ver un cartel de que el baño estaba abajo, pero me dejé llevar por la curiosidad, quería ver el salón de arriba. Las escaleras estaban muy oscuras, casi no sabías ni dónde terminaban.

Al llegar arriba, al fondo de una habitación oscura, estaban las puertas de la cocina, tenía dos ojos de buey por los que me asomé.

¡Mis ojos iban a salirse de las órbitas al ver aquello!. Había una mujer que colgaba del techo por las manos, y sangre... mucha sangre... el cocinero se disponía a filetear sus muslos con un gran y afilado cuchillo. No sé cómo bajé las escaleras, no quería crear alarma, ¡eran asesinos!, sólo quería salir de allí de la mano de mi mujer.

Mi voz temblaba, y podía sentir la palidez de mi piel. - Lara levanta y vámonos, no preguntes por favor. Sólo levántate, y salgamos de aquí. Ahora te cuento en el coche-. Lara me miraba extrañada, pero confiaba en mí. Así que se dispuso a levantarse lentamente sin generar sospecha. Uno de los camareros se le acercó por detrás y la volvió a sentar en la silla.

-No podeis iros- Aún no habeís terminado-. Lara me miraba aterrorizada, no podíamos hablar, sólo temblar. Unas diez personas empezaron a entrar en el local, se sentaron en las mesas de alrededor.

Mi garganta se hizo un nudo y como pude tragué saliva haciendo ruido. El camarero se inclinó sobre la mesa y con una mirada penetrante me preguntó:

-¿ Le gustaría al señor otro suculento bistec?-

                                                                               -FIN-

RaquelPlaza.

 

 


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