LOS ANALES DE MULEY(3ª PARTE)(8)

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             LXXl

   Viví tiempos de autarquía

sin miedo a la represión,

a la libre expresión

y a exponer pensamiento;

me parecía pura ficción

pero así lo cuento.

   Se acabó la dictadura,

su poder dictatorial,

su águila y su señal,

todo fue a la deriva

con su barco infernal

donde la aflicción iba.

   Volvieron las libertades

y los fantasmas de antaño

bajaron ese peldaño

que nos lleva al inframundo;

tal vez lo vea extraño,

pero siento otro mundo.

   Y viví en democracia

con sus valores humanos

y cogidos de las manos

dimos gracias al cielo

por volver a ser hermanos

y mostrar nuestro anhelo.

   Volvieron los valores

que los humanos llevamos

y con respeto avivamos

su carácter indeleble,

antaño los movíamos

como un frágil mueble.

   Se vivía sin miedo

y se desterró el terror,

aparcamos el te temor

la cuita, la sinrazón;

nos quedó algo de rencor

sumando mucha aflicción.

   Vivo muy extasiado

en mi tercera edad

porque vivo la verdad,

por fin se hizo justicia

en la España de maldad

sin ninguna malicia.

   Es un mundo de alegría,

más la vida va pasando,

yo la voy disfrutando

en mi longeva arboleda,

pero aquí sigo soñando

en el tiempo que me queda.

   Vivo en otra España

que trota hacia el frente

con claro sol naciente

buscando su resplandor,

su aflicción es su aliciente

y su orgullo el amor.

   Es la tercera España

pelegrina y pujante,

curiosa y flamante

que va abriendo camino

como dócil caminante

que se acerca a su destino.

   Vivir así es delicia

intentando olvidar,

más sin dejar de pensar

en el reciente pasado

es manera de guardar

nuestro insigne legado.

   La muerte me llegará,

pero no es el momento  

de avivar el sentimiento,

sino de sosiego y calma;

tengo el suficiente talento

para aliviar mi alma.

            LXXll

   Aquí estoy, sentado,

en mi frondosa arboleda

donde el clamor se queda

y el alma se serena,

donde la memoria rueda

y se diluye la pena.

   Soy hombre taciturno

que adula esta vida

y con mirada perdida

todo se le hace eterno,

y con mente confundida

piensa en el infierno.

   Sosegado y tranquilo

el tiempo veo pasar,

los vientos quiero calmar

y bendecir mi suerte,

al cielo quiero mirar

pensando en la muerte.

   Al árbol centenario

lo admiro y respeto,

en su sabia me meto

y navego por su río

aduciendo un reto

para que surque mi navío.

   Va estivado de recuerdos,

de sueños y añoranzas,

de tétricas esperanzas

y deseos olvidados,

va cargado de sus lanzas

de picos envenenados.

   Porque la vida te calma,

te hace sabio embustero

y eterno viajero

por un mundo tan oscuro

siendo un buen arriero

para alcanzar el futuro.

   Me agarro a sus ramas,

en su sombra me cobijo

y parezco un vil mendigo

luctuoso y harapiento,

más la luz viene conmigo

fluyendo mi sentimiento.

   Tétrico de añoranzas

por mi arboleda paseo,

en sus árboles me recreo

y muestro mi lealtad,

me siento como un reo

que odia su libertad.

   Respeto a los cipreses

con su mirada al cielo,

con sus hojas al vuelo

y semblante verde oscuro;

su sombra es consuelo

de fruto bien maduro.

   Elevan sus copas al éter

mostrando grandiosidad,

realzan su libertad

y miran al infinito,

henchidos de humildad

parece todo un rito.

   Me refugio en la sombra

de mi vieja arboleda,

su aroma me enreda

y cabizbajo camino

como una débil rueda

que ha perdido su destino.

   Es tiempo de añoranzas,

de evocar lo atrás vivido

sin dejar nada en olvido

y pensar con claridad,

de añorar lo perdido

llorando con lealtad.

   Todo se ha detenido

en mi efímera vida,

mi alma esta afligida

y bajo va sollozando

un adiós de partida

con llanto que va ahogando.

 


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