El desconocido ( 2º parte )

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Colocó las sillas en forma de cruz, todos dándonos las espaldas. Un silencio extraño se adueño de la estancia, pero no tardo en romperse con sus palabras.

Su voz ronca nos dio la bienvenida a su mundo. Un mundo lleno de fantasía, donde cada uno de nuestros deseos se harían realidad. Pero principalmente los suyos.

La excitación recorrió mi cuerpo, tan sólo de imaginar lo que podía suceder, cuando de repente una voz rota, dañada y ahogada inquirió saber que estaba pasando.

Tan sólo me bastó escuchar sus primeras palabras, para darme cuenta que era la voz de mi esposa. Me quedé paralizado.  Aún estaba maniatado y con los ojos vendados y sin darme tiempo a reaccionar, otra voz interrumpió mis pensamientos.

Era de hombre, no la conocía, hasta que de nuevo, tu voz refirió su nombre y comenzasteis a hablar.

- " Eres tu Pedro? " Te oí preguntar. - " Elena? " Dijo extrañado " Que haces aquí? Que ocurre? Donde estamos? ".

Y la voz ronca del desconocido interrumpió la conversación. - " Silencio". Grito y mis pensamientos volvieron a llenarse de mil preguntas que no tenían respuesta.

- " Aquí el único que tiene derecho a hablar soy yo y pediréis permiso para cualquier necesidad que tengáis, incluyendo respirar, entendido? ".

Estaba totalmente paralizado, estábamos juntos, en lo que suponía iba a ser un día de sexo increíble, con tu marido y mi mujer en el mismo lugar. No sabía que podía estar sucediendo y mi cabeza necesitaba recomponerse de tantas novedades, cuando de nuevo me interrumpió su voz .

- " Para comenzar, quiero explicaros porqué estáis aquí. El sr aquí presente- dijo mientras daba una patada a mi silla, me ha contratado para dar una noche de placer extrema a los dos tortolitos, que al parecer son vuestras parejas, a cambio de una suma ingente de dinero, pidiéndome expresamente que no supiera nadie del tema y que diera por mi parte, todo lo que tenga a buen hacer, para llevarlos al éxtasis, y ..... "

Un grito con mi nombre venido de mi mujer, le interrumpió. A la par un golpe seco y un quejido de ella, advirtiéndonos de nuevo, que hasta para respirar necesitaríamos de su permiso.

Me retorcí en la silla en un intento desesperado de deshacerme de las ataduras que me mantenían pegado a aquella silla y un golpe seco en mi cabeza me hizo perder el conocimiento.

Desperté atado a una cruz, en la postura de crucifixión, junto a mi estabais tu marido y tu, ambos discutiendo. Frente a nosotros una larga mesa de madera con distintos elementos de sado-maso sobre ella y unas ataduras de cuero que mantenían presa a mi mujer.

EL caos, era impensable, mi cabeza no daba para más. Por un lado los gritos de Elena y Pedro, reclamándole explicaciones a ella y amenazándome a mi y por otro lado la visión tan horrible de mi mujer atada a la mesa. Por fin se abrió la puerta de la sala y entro el desconocido con una bolsa en sus manos. El silencio invadió de nuevo la estancia y sin mediar palabra se dirigió a la mesa, saco todo lo que llevaba en la bolsa y comenzó sus explicaciones.

- " Bien, escucharme atentamente, he sido contratado por este individuo y su amante para hacerlos gozar, hacerlos disfrutar del sexo y hacer uso de cualquier elemento que les pueda hacer gozar. Pues bien, vamos a empezar por hacerle mirar. Tengo entendido que a los que tienen obsesión con el sexo, les gusta mirar como lo hacen lo demás, pues voy a follarme a tu mujercita. No quites ojo, porque a mi también me gusta que me miren y así acabaré antes. "

Traté de arrancar las ataduras que me mantenían pegado a aquella cruz, pero en cuanto se percató de mis voces y mis movimientos, clavo un objeto punzante en la mano de mi mujer, oyéndose un grito demoledor, que silenció la sala.

..... Mi voz se quebró suplicante, en un intento desesperado porque no siguiera adelante. - " Pide lo que quieras y te lo daré, pero por favor no nos hagas daño".

Ni siquiera me contestó, Arrancó las pocas prendas que mantenía mi mujer y empezó a abusar de ella hasta que mis llantos y los suyos cesaron. Lo hizo con su cuerpo y con una serie de elementos totalmente desconocidos para mi. Cuando acabó nos preguntó si habíamos gozado. Al primer insulto y mis gritos de desesperación, cogió un cuchillo y desgarró el cuello de mi mujer, tiñendo de rojo la madera de la mesa donde la mantenía atada.

Su voz, resonó en la estancia para hacernos saber que aún quedaba mucha noche por delante y que sería dulce si todos colaborábamos, pero que al final de ella, todos acabaríamos muertos, que tan sólo dependía de nosotros la manera de morir.

 

Sólo queda un capítulo de la entrega, gracias por leerme


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