"La llamada de la sangre"

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El hombre se hallaba sentado en el borde del camastro, sus codos apoyados sobre sus piernas, sus manos nervudas a ambos lados de su cráneo parecían querer sujetar aquel estuche donde reposaba su cerebro, y que en aquellos momentos, semejaba al gigante Polifemo golpeando las paredes que le retenían en la cueva tras haber sido herido en su único ojo por Ulises. 
Su cuerpo sufría repentinas convulsiones debidas a ese llanto que se había apoderado de el de forma incontenible. No podía contemplar su propio rostro lleno de tristeza y dolor, pero si aquellos hilillos de baba que caían entre sus piernas haciendo un pequeño charco en el suelo de la celda.
El hombre se había sentido hasta hacía unas horas un tipo seguro de si mismo, de carácter fuerte, difícil de ser herido en esa moral casi férrea de la que siempre había echo gala. Ahora en cambio se sentía completamente abatido, en menos de veinticuatro horas, todo su aplomo se había venido abajo y se sentía indefenso a merced de aquel vendaval de sucesos que le empujaban hacía un naufragio emocional.


Desde el otro lado de la cámara que enfocaba la celda alguien le observaba atentamente, se trataba del comisario Leveque de ascendencia gala y del inspector Sánchez.


.-¿Que opinas ?.- Inquirió el comisario a su subordinado y amigo.
.-No se, creo que es demasiado inverosímil su historia como para ser inventada.
.-¡Joder Sanchez! ¿No creerás lo que nos ha contado?
.-No, pero creo que el si lo creé. No puede ser que se haya inventado una historia tan cutre.


Unas horas antes Ricardo se dirigía de regreso a su hogar en un pueblecito de la comunidad valenciana llamado Turis. Había estado toda la semana en Madrid, en el stand del Patronato Provincial de Turismo València Terra i Mar, en un espacio expositivo donde se promocionaban productos y el turismo de la comunidad valenciana. 
Debido a las altas hora de la noche, casi las diez, que se le habían echado encima, decidió desviarse de la A-3 a la N-320 para cenar en el restaurante de un amigo en la localidad de Motilla del Palancar, municipio de unos séis mil habitantes, donde antes solía repartir productos de una empresa cárnica. 
Miguel "El gordo", que en realidad medía cerca de un metro noventa y era extremadamente delgado, le recibió con un fuerte abrazo. Hacia ya muchos años que se conocían, ambos habían estado destinados en Bosnia y Herzegobina donde nació esa amistad casi fraternal, que mas tarde prosiguió a lo largo de los años ayudada por el trabajo de Ricardo que le había llevado hasta su amigo de nuevo.


.-¡Hombre Ricardo! ¡Dichosos los ojos!.- Miguel salió de detrás de la barra y se dirigió a su amigo estrehandole en un fuerte abrazo.- ¿Como esta esa tía tan buena que tienes de mujer y que no me quieres prestar un rato?
.- Que mas quisieras tu, vomitaría cuando viera tus huesos.-Se abstuvo de contar a su amigo que su matrimonio se había disuelto hacía ya un año, no era el momento, tampoco le apetecía dar explicaciones. 
.- Cuando viese mis veintitrés centímetros pasaría de mis huesos olímpicamente.-Reía mientras decía esto y apartaba al recién llegado mirándole de arriba abajo.-Estas hecho un pincel macho, los años no pasan por ti.
Ricardo era un hombre de uno ochenta de estatura con treinta y cinco años, uno mas que su amigo, pero a diferencia de el conservaba todo aquel cabello negro ensortijado que le hacía parecer mas joven que Miguel.
.-¿Tu que?, ¿no piensas casarte nunca?.-
.-¡Ya sabes! Me conservo para todas, no hay derecho que solo sea una la que disfruta de este aparato que Dios me ha dado.


En aquellos momentos no tenían demasiado trabajo,era enero y el frío y la crisis hacían mella en todo tipo de negocios, así que decidió acompañar a Ricardo y charlaron durante todo el tiempo que duró la cena de los viejos tiempos, en especial de los vividos juntos en aquella tierra sumida en una guerra salvaje. 
"El Gordo" le enseñó una fotografía en la que ambos vestían uniforme y se encontraban junto al Puente de Mostar,(Stari Most) que había sido destruido por unidades del Consejo Croata de Defensa durante la guerra de Bosnia, el 9 de noviembre de 1993.

.-¡Joder que recuerdos !.- Ricardo se sintió verdaderamente emocionado.
.- Ya te digo, yo aún tenía pelo, aunque corto pero tenía.- Ahora apenas si quedaba algo de aquel cabello en los lados de su cabeza.- ¿Recuerdas al hijo puta de Moraga, el peluquero?.-
.-¡Claro! ¡Menudo cabrón, que rapadas nos pegaba!.- Ambos rieron de buena gana recordando aquellos trasquilones en sus cabezas.


Cerca de las doce de la noche, cuando solo quedaban en el local el cocinero y un camarero limpiando el establecimiento aparte de ellos dos , ambos amigos se despidieron fundiendose de nuevo en un fuerte abrazo. 
Ricardo subió a su auto y reinició la marcha incorporándose de nuevo a la carretera nacional para ir a enlazar de nuevo con la autovía A-3.
No había recorrido dos kilometros cuando un manto blanco comenzó a cubrir el asfalto y la visión de la carretera empezó a desaparecer. Los faros antiniebla de su citröen Xantia le ayudaban en cierto modo a poder distinguir la carretera al menos unos metros mas allá de su morro, aunque para su seguridad disminuyó la velocidad considerablemente.

una silueta apareció de repente andando por el lado derecho de la calzada en el mismo sentido en que Ricardo  circulaba, la figura iba ataviada con una prenda de ropa acolchada y una caperuza cubría su cabeza. Se trataba de una joven de unos dieciséis años aproximadamente como pudo descubrir al volverse la muchacha cuando se acercaba a ella, unos cabellos casi dorados y lacios asomaban por debajo de la capucha, esta levantó una mano en una clara señal que le indicaba que deseaba ser recogida.
Ricardo se preguntó para si ¿Que demonios hacía una cria de esa edad a esas horas por una carretera por la que apenas circularían una veintena de vehículos durante toda la noche?, sobre todo desde que la autovía había desviado la circulación  que antes cruzaba por las poblaciones.
Se detuvo junto a ella y accionó la maquina elevacristales desde el pulsador que se hallaba junto al cuadro  de mandos, la ventanilla bajo y la muchacha asomó su rostro extremadamente cetrino con aquellos grandes ojos azul celeste por el hueco que esta había dejado.
.-Ayudame por favor.-
.-Claro sube.¿Te ocurre algo?.- Se interesó el conductor del auto.
Ella entró  y quedo mirando al frente una vez se hubo acomodado en el asiento sin contestar a la pregunta.
.-¿Donde quieres que te lleve?.-
Señaló hacia delante con su dedo indice por toda respuesta.
El hombre pensó que posiblemente hubiese discutido con su novio o amigo y  esa debía ser la causa de que andase a solas por la calzada y estuviese tan poco comunicativa.
Un kilometro mas allá ella volvió a indicarle.
.-Por favor gira a la izquierda.- El obedeció.

 Por espacio continua en: http://casasrealesdesnudas.blogspot.com/2012/02/la-llamada-de-la-sangre.html 


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