El Inspector Carrados y el Asesino del Gato. (2/2).

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Tenían ante ellos los documentos de un colegio de secundaria; al fin encontraron la conexión de las tres víctimas. Condiscípulos del último año, antes de seguir una carrera universitaria. Según el Inspector Carrados uno de los 35 jóvenes de ese curso era el asesino, pero ¿Cuál?

Entrevistando a  la viuda de   Alberto Plaza, casados después de ser novios en el liceo, ella recordó que los tres, junto a Fernando Fernández,  estuvieron involucrados en una violación que terminó en el homicidio de una joven estudiante. Los tres quedaron libres de toda culpa, pero Fernando Fernández, quien deseaba estudiar  Historia del Arte,  cargó con toda la culpa y fue enviado a la cárcel por largos años 35 años; hace uno que había salido de prisión y desapareció.

–Tenemos al asesino. Probable causa: venganza por ser abandonado.

–Pero Jefe, avisó en el papel sobre un cuarto individuo que mataría. Recuerde : OVILLO.

¿Cómo encontrar a Fernando Fernández? Era buscar una aguja en el pajar, en la cárcel aprendió como esconderse, sumergirse según la jerga.

Nuevas preguntas a la viuda, cuáles eran los amigos íntimos; obtuvieron tres nombres más: uno dueño de un supermercado, el otro tenía un empresa conservera y el tercero una discoteque famosa.

Investigados, nada extraordinario con el primero, tampoco con el segundo.

–Jefe, la discoteque  de Juan Azocar, uno de los amigos  sobrevivientes, es una muy conocida… –Carrados estaba ensimismado en sus pensamientos– Yo he estado allí … divirtiéndome,  es un buen lugar El Laberinto.

–¡Qué!... –Miró a su ayudante con  sorpresa y … alegría– ¿Repítame el nombre, por favor.

El joven se lo dijo y Carrados lo tomó del brazo, con cara de asombro corría

al lado de su Jefe, La patrullera y su conductor listos, raudos salieron.

 

 

 –Señor González, pida apoyo y que llamen al dueño de las discoteque, que vayan colegas y lo protejan.

–C 12 a Central, por instrucciones del Inspector Carrados,  urgente ir a … –largó toda la información por la radio.

–Estamos cerca, apure colega. –El conductor asintió e hizo funcionar la sirena y la baliza.

No había nadie de refuerzo. Precipitadamente entraron empujando al portero, quien protestó en todos los tonos, no muy amigable. Pasaron por el medio de la solitaria pista de baile y corrieron a la oficina.

Un mozo de pelo cano vestido con su chaqueta blanca, portando  una bandeja con  un trago se aprestaba a entrar; los miró asombrado, pero se calmó cuando le mostraron la placa policial.

–¿Qué  pasa, caballero?

–Policía, cálmese su patrón está en peligro y … –Al entrar sorpresivamente  al interior vieron a  Juan Azocar con sus 55 años en su escritorio, mirada interrogante; el Inspector no alcanzó a transponer la puerta–  ¡Diantres! El mozo canoso… ¡corra señor González!

Lograron atrapar al supuesto mozo que ya huía;  no opuso resistencia, los miró desafiante.

–Lo dedujo por la edad supongo, se trata del loco… –El Detective estaba eufórico, mientras esposaba al hombre– Pero, ¿Cómo supo que era aquí donde cometería el crimen?

–Uf, francamente tuvimos suerte en alcanzar a llegar... Debería preocuparse  más del arte, de las leyendas, de la Biblia, señor González.

 

–Pero de qué me habrían servido con un loco como este.

– Mucho, mucho…  PLATA, 30 monedas de plata.

González echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos golpeó con un puño la palma de su otra mano.

–¡Judas y su traición a Cristo.! Este loco fue traicionado por sus compañeros, …lo dejaron solo; además una  víctima trabajó en la Casa de Moneda. Apuesto que tuvieron participación también o fueron testigos de la violación y posterior crimen,

–¿ÍCARO, señor González? – Preguntó suavemente el Inspector, llevando entre ambos al desquiciado.

– ¡Ícaro y Dédalo! Según la leyenda escaparon de su prisión volando con alas que fabricaron.  ¡Diablos, pudimos haber salvado a Roberto Escalona de la compañía aérea!

–OVILLO… –El Inspector Carrados clavó su mirada en su ayudante, antes de meter en  la patrullera a su presa.

–¿Ovillo?  En leyendas … mmmm, Teseo y el Minotauro en el laberinto.

–¡Bravo Señor González! Creo que seguirá siendo mi ayudante.

 

 

 

 


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