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Hay muchos tipos de fiebre, la fiebre del oro, la fiebre que padecemos cuando enfermamos, o incluso la ligera fiebre que te sube con la tercera copa de un buen escocés. Pero no obstante ningún tipo de fiebre es comparable a ella, es verla y enfermar, a cualquiera se me pondrian los ojos brillantes solo con verla andar, cuando se acerca empiezan las palpitaciones, nunca rápidas, siempre lentas e intensas para disfrutar cada instante a su lado, al besarla llega la desinhibición, el mundo te da vueltas mientras estais abrazados y entonces llega… Ese instante en el que sabes que estas enfermo pero no quieres que nadie te cure.
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