LOS ANALES DE MULEY(3ª PARTE)(10)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 09/03/2016, clasificado en Varios / otros
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LXXV
Lleno estoy de sosiego,
de indulgencia, de amor,
y oculto mi temor
en mi andadura final
para calmar mi dolor
y sentirme natural.
Y me siento afligido
a evocar el recuerdo,
aunque me mantengo cuerdo
en esta selva humana
que un día me creyó lerdo
para revocar mañana.
Tengo vivos mis recuerdos
y mi alma me da mimo
para que no haga el primo
en mi querida arboleda,
al sauce llorón me arrimo
para cambiar mi moneda.
Pero ni entiende de cambios
esta servicial vida
tan proclive y querida
que cambió nuestro ser;
nos dio señal de partida
al instante de nacer.
Veo efímera la vida,
como si un fugaz rayo,
un día lluvioso de Mayo,
surcar el negro cielo;
no soy un zafio payo
que esconde su desvelo.
Desde mi viejo aposento
lo efímero veo pasar,
y con mi triste pensar
evoca a mi memoria,
ella me hace recordar
el pasado con euforia.
Evoco mis recuerdos
y veo la vida pasar,
contemplo mi caminar
y se me nublan los ojos;
triste me pongo a llorar
pensando en los restrojos.
LXXVl
¡Que linda es esta vida!
Nadie quiere dejarla,
todos desean amarla,
felices andan por ella
y parecen abrazarla
contemplando su estrella.
Difícil tiempo he pasado,
horas agrias he vivido
y penas he compartido;
fueron muchos avatares,
nada quedó en olvido,
pues navegué por sus mares.
Mi travesía fue posible,
mi sensación serena,
con gloria y con pena,
henchida de sentimiento
unida a la cadena
que silenciaba el viento.
Sometida al señorío
estuvo mi existencia,
pero tuvo paciencia
soportando sumisión;
usando mi conveniencia
saltaba el paredón.
Fui rey sin corona,
dueño sin propiedad,
director sin libertad
y siervo para todo;
fue pasando mi edad,
más nunca perdí mi modo.
LXXVll
Ya repican las campanas
ahogando su lamento,
pues ha llegado el momento
de cambiar la historia;
me parece como un cuento,
más siguen tañendo a gloria.
El tiempo es el gran juez
que reparte justicia,
irrumpe con su gran pericia
poniendo orden, concierto;
a todo el mundo enjuicia,
incluso al mismo muerto.
¡Y llegó la libertad!
Ese anhelado día,
qué perdido se creía,
con exaltación llegó
y pronto su luz correría
y la niebla se esfumó.
Se oyeron cantos de gloria,
repicar de campanas
y se abrieron ventanas,
se destruyeron puertas;
vinieron gentes lejanas
dejando atrás reyertas.
Era tiempo de esperanza,
de abrazar al vecino
y mimar al inquilino,
de cogernos de las manos
y recorrer el camino
como buenos hermanos.
Atrás quedó la tiranía
con su total despotismo,
se esfumó su cinismo
y se dio gracias al cielo;
ya nunca fue lo mismo,
pues corrimos sutil velo.
Nunca tuve pensamientos
políticos ni ideales
que mostraran mis leales
y fuetes convicciones
a mis insignes mortales
para sufrir sus acciones.
Hoy desde mi arboleda,
no acierto a entender
y menos aún comprender,
ese ansia de guerra
que nos ha hecho perder
vidas en nuestra tierra.
Nunca fui de ningún bando
porque la guerra detesto,
quise ser hombre modesto
en aguas turbulentas
y nunca tuve arresto
para exponer mis cuentas.
Respeto a mis congéneres
en su forma estructural
de exponer lo personal,
de guardar el pasado,
eterno e infernal,
pero nunca olvidado.
Nunca fui desafecto
al gobierno impositor,
tampoco era delator,
pero vivía padeciendo
en mis carnes el dolor
de aquel que iba muriendo.
Abracé la democracia
con júbilo, con alegría,
y objetivo no sería
si no dijera verdad,
ufano no me sentiría
sin mostrar lealtad.
Sosegado, pensativo,
paso el tiempo sentado,
y a veces exaltado,
viendo el tiempo pasar;
sin olvidar el pasado,
he dejado de caminar.
Vivo con tranquilidad
hacia atrás mirando
y al frente contemplando
los sabores de la vida,
pues mi mente va soñando
en el día de la partida.
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