atardeceres

Ahí estaba él, echado en el jardín de su patio trasero intentando coger con los dedos el sol para poder verlo mejor. 

Llaman a la puerta, sale de sus ensoñaciones y se levanta a abrir, no esperaba visita, pero allí estaba su madre había venido a verlo. "tienes mala cara" le dijo "¿has comido bien?", el respondia afirmativamente a todas las preguntas sin ni siquiera plantearse las respuestas seriamente, si su madre le hubiera preguntado si habia ido a pescar tiburones le habría dicho que si con cara complaciente. 

Realmente no le gustaban sus visitas, siempre que la veía acababan enzarzandose en alguna discusion sin fundamento porque a ella no le gustaba como llevaba el pelo, o como vestía. Esas cosas lo hacian sentir pequeño y fragil y no le gustaba. 

Le propuso ir a dar un paseo, su casa era su templo y no quería invasiones. Fueron por un pequeño bosque que había detras de su casa, era una tarde agradable, se sorprendió al ver que su madre, que no paraba de hablar ni un segundo, de repente se quedó muda. El la miró y observó como dos lagrimas como el cristal se incrustaban en sus ojos. Preocupado le preguntó que si le había pasado algo o si la habia ofendido de alguna manera. Ella simplemente clavó su mirada en el le puso suavente la mano en la barbilla como solo una madre sabe y le giró la cabeza para que contemplara el amanecer. 

Cuando quiso darse cuenta, tenia los ojos vidriosos, nunca había visto un atardecer como aquel y ella dijo en un susurro "sabes que es lo mejor de todo hijo? que todos los días hay un atardecer y ninguno de ellos es igual al anterior" 

En ese momento agradeció, olvidando todo lo demás, el que su madre hubiera ido a visitarlo.