El desierto pudo ser su tumba
Tomás y Raúl, eran dos niños muy amigos de unos 12 años, que un día por la mañana saliendo de su pueblo de paseo, se pusieron a caminar por un descampado, e iban tan entretenidos que de pronto se encontraron metidos en el desierto; sin embargo, siguieron caminando y charlando de sus cosas, dando vueltas por veredas desconocidas para ellos, sin controlar por donde tenían que regresar a sus casas. Hasta que llegó el momento de que estaban perdidos y no sabían por dónde salir de allí. Estaba llegando el mediodía y los dos niños tenían mucha sed, porque ni agua habían llevado, además el sol calentaba demasiado, por lo que tenían mucho calor y no veían ninguna sombra para ponerse en ella, por eso estaban a punto de caer desmayados.
Mientras tanto, sus padres habían denunciado ante la policía la desaparición de los dos niños, pero la autoridad no sabía para dónde coger en busca de ellos, pues a todos los que les preguntaban, nadie los había visto: estando en esta indecisión, un viejecillo les informó de que él había visto salir caminando a dos niños con dirección al desierto, al oír esto la policía se equipó con lo necesario, que incluía a perros rastreadores y con todo ello salieron hacia el desierto, acompañados de los padres y alguna familia de los niños, que estaban deseosos de encontrar a los pequeños. Todos ellos se internaron en el desierto detrás de los perros que fueron rastreando sus huellas y después de buscar durante unas dos horas pudieron encontrarlos desmayados en medio del desierto. No obstante, luego de atenderlos convenientemente, los dos niños con el pasar de unas horas se recuperaron del todo. Sin embargo, este percance les sirvió para que nunca más intentaran internarse en aquel desierto peligroso.
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