El riesgo de no mirar bajo la cama

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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“Por la guardia”
Cris se tomó unos minutos para asimilar lo que acababa de ver.
Juego de Tronos era una de sus series favoritas. Y digo era y no es, porque ni el mismo podía elegir cual de todas las series que veía o había visto se llevaría a una isla desierta (en este caso concreto, probablemente Lost). Después del maravilloso final de la 5º temporada, se levantó de la pantalla del ordenador para llenar su cubo de palomitas, y se volvió a sentar abriendo ya un juego online de rol. Nunca me ha llamado la atención el rol online, pero si el de tablero, ese juego de mesa con el que tú y tus amigos dejabais volar la imaginación y os adentrabais en un mundo de fantasía al más puro estilo “El Señor de los Anillos”.
Lo sé, estoy haciendo demasiadas alusiones a temas “frikis”, y me parece bastante estúpida esa gente que piensa que son temas banales, que no aportan absolutamente nada. Todo lo contrario, no os podéis ni imaginar la cantidad de empatía que se puede desarrollar basándose en series, películas, videojuegos, libros…
A Cristian no le gustaba su nombre, por eso se hacía llamar Cris. Él siempre decía que ni siquiera cumplía con los requisitos para llamarse así: escuchar música máquina y/o flamenco, tener pendientes de oro, algún nombre de un familiar tatuado o cambiarle el escape a la scooter para que hiciera más ruido.
Cris era fumador, y eso me gustaba.
No es que fumara mucho, es más, ni siquiera él se considera fumador debido a los pocos cigarros que consume al día, pero siempre se fumaba uno o dos a lo largo del día, y hoy se había quedado sin tabaco.
Termino su partida, se desperezó y cogió las llaves y dinero, dispuesto a salir por la puerta. Eran las 23:30 de un martes, por lo que muy a su pesar los estancos estaban cerrados, así que este paquete le costaría más que de costumbre, y eso le molestaba, a pesar de que sus padres eran los que se hacían cargo del piso donde vivía, los gastos de la universidad por la cual aún no se había dignado a pasar, y todo lo que necesitara para su manutención.
Pensé que aguantaría más, la verdad.
Pensé que, conociéndome, dejaría que al menos se fumara un cigarro, pero no los llegó ni a comprar. La hoja rápidamente cortó su traquea, impidiendo cualquier posibilidad de emitir algún sonido, salvo el de la sangre derramándose en la acera.
Odiaba a ese crio, y odiaba la forma que tenia de fumar. Os he dicho que me gustaba que fuese fumador, porque sabía que lo degollaría cuando le apeteciese un cigarro.



FIN.


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