No había dormido nada en toda la noche, las pastillas no le hicieron ningún efecto, el día anterior había muerto PEPE, PEPE era su gato, que años atrás recogió en la calle con un aspecto penoso, desnutrido y sucio y se lo llevó a su casa, le puso el nombre de PEPE porque le parecía que así lo humanizaba, fue un animal fiel, juguetón y sobretodo muy cariñoso.
Telefoneó a la oficina para pedir dos días de vacaciones porque se encontraba en un estado lamentable, y por la muerte de su gato no tenía derecho a permiso, que ironía, cuando murió su marido, un auténtico sinvergüenza que la maltrataba, le concedieron dos días de permiso retribuido, que aprovechó para hacer una fiesta de despedida.
Durante los dos días permaneció en casa, porque pensó que si salía encontraría a gente conocida por la calle y al verla en aquel estado, le preguntaría que le pasaba y no tenía ganas de dar explicaciones, y tener que escuchar, porque te pones así si solo se ha muerto un gato. Que falta de amor a los animales que son tan queridos por sus amos, bueno tal vez habría que decir mas que sus amos, sus compañeros.
Le entró una gran preocupación al pensar que todavía podría cumplirse la Ley de Murphy, ya se sabe, todo todavía puede ir a peor.
Pasados los dos días de vacaciones, acudió a la oficina temprano, como lo venía haciendo desde hace mas de veinte años y con la preocupación de que más le podría pasar ahora si se cumplía la maldita Ley. Allí estaba su compañero de siempre y con el que en toda su vida laboral, apenas había cruzado las únicas palabras de buena educación, buenos día al llegar y hasta mañana al marcharse, pero aquel día cuando salía de la oficina dio la vuelta y le dijo, mañana es mi sesenta cumpleaños y voy a celebrar una fiesta, estás invitada, nada me agradarías más que acudieras. Quedó tan sorprendida que no supo que contestarle, pero sin pensárselo mucho le dijo que asistiría.
Han pasado ya más de tres meses y desde de aquella fiesta él se ha convertido en otra persona, hablador, amable y muy cariñoso, se ven casi todos los días fuera del trabajo para tomar algo o ir al cine, y los sábados para cenar, por fin tal vez sea el comienzo de una época de felicidad de la que tanto está necesitada.
Pensó, quizá a veces no se cumple la ley de Murphy y se cumple la Ley de Dios, ya se sabe, Dios aprieta pero no ahoga.
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