Para una mansión muy grande y muy antigua, fue a vivir un matrimonio con 5 hijos, todos menores, que al poco tiempo de estar allí viviendo y trabajando, en alquiler, todas las tierras que rodeaban a dicha mansión, empezaron a ver cosas raras, como abrirse y cerrarse las puertas solas, además de oírse ruidos misteriosos, que asustaban a los niños y a los padres. Quienes le dijeron al dueño todo aquello que pasaba y que si seguían sucediendo esas cosas tan raras, tendrían que irse de aquel lugar.
El dueño trató de calmarlos, diciéndoles que lo que producía todo aquello, era el alma de un antepasado suyo, que había muerto de tristeza, al verse abandonado por su mujer e hijos, en aquella mansión tan grande. Pero que no era nada peligrosa, e incluso era beneficiosa para los que le dieran compañía, por faltarle esta en los últimos años de su vida. Al oír esto, los padres quedaron un poco más tranquilos, diciéndole que le iban a dar otra oportunidad, a ver si lo que decía era verdad y luego se lo dijeron a sus hijos también. Mientras que el dueño se fue pensando, que pronto esta familia se iría, como se habían ido antes otras, por el miedo que les daba el fantasma, al que él también temía, por eso se había ido de allí anteriormente a todos ellos.
Pasaban los días y las puertas siguieron cerrándose y abriéndose a diario. Además de oírse los ruidos misteriosos de siempre. Sin embargo, tanto los hijos como los padres de aquella familia, siguieron viviendo allí sin inmutarse por lo que pasaba a su alrededor. Al darse cuenta el fantasma, de que aquella familia ya no le tenía miedo, un día se presentó al hijo mayor, vestido de blanco, como todos los fantasmas, al que le dijo que estuviera tranquilo, que nada le haría y que al comprender que ellos no le tenían miedo, les regalaba un cofre de monedas de oro, si se quedaban allí con él para siempre, pues la soledad que había pasado en los últimos años en vida, no la quería seguir pasando de muerto y que nunca volvería a hacer cosas raras allí, si se lo prometían. El niño llamó a sus padres, para que el fantasma se lo explicara a ellos, que una vez hecho, los padres aceptaron y el cofre lleno de monedas de oro cogieron, en donde les indicó el propio fantasma y desde ese día, nunca más pasaron cosas raras en aquella mansión, viviendo toda la familia allí cómodamente, para siempre jamás.
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