EL JUEZ IMPARCIAL

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El juez imparcial

Cuando una pareja rompe, uno de los dos piensa siempre que no será definitivo, al menos lo espera. Comienza así en la expectativa una dolorosa e inevitable lucha entre el corazón y la mente que no conoce diferencia de tiempo o de lugar, de día o de noche. Es difícil saber lo que es realmente justo hacer, cuál es el comportamiento correcto que mantener o la decisión que tomar. Sucede que nos encontramos bloqueados en medio de un laberinto de pensamientos y reflexiones a veces contradictorio entre sí.

No escapamos por miedo, pero solo porque las circunstancias nos hacen entender que esa persona no nos merece. Nos fortificamos tras un muro de orgullo y valoramos los hechos solo desde nuestro punto de vista. Si creemos tener razón, pensamos que esta sea suficiente para no moverse. Un error imperdonable. Tenemos, por el contrario, que afrontar el problema bajo otro punto de vista, más verdadero y objetivo, intentando entender las causas y las circunstancias que viven detrás de ciertos comportamientos y entender el porqué de las cosas que pasan como consecuencia de otras ya sucedidas en precedencia. Un pasado que quizá no ha sido aún superado, sino solo encerrado en el baúl de los recuerdos.

Nos formulamos preguntas y buscamos respuestas inmediatas sin dar tiempo a que las cosas se manifiesten y traigan consigo las respuestas que estábamos buscando. Tenemos prisa por el resultado, y dicha prisa hace cambiar el curso de los acontecimientos y obliga a nuestro río a desembocar en otro mar. Un mar que no nos pertenece.

 Las pequeñas luces de colores pegadas en los cristales de las ventanas anunciaban un aire de Navidad que estaba a punto de llegar.

Era casi mitad de diciembre, hacía frío y la gente entraba en el pequeño bar para calentarse cerca de la estufa con un buen vaso de vino caliente o un café que estrechaba entre las manos.

El bar con pocas mesas, tenía un aire bohemio y descuidado, pero invitaba a entrar a cualquier persona que tuviera una sensibilidad por encima de la media.

Aquel sitio tan simple y austero parecía quererte llevar atrás en el tiempo, y los pensamientos que te atravesaban la mente, se mezclaban con las sensaciones vividas en el pasado.

Sentado a una mesa, casi escondido de las miradas y de las luces, a punto de terminar su botella de vino, había escrito en el móvil un último mensaje. Permanecía allí parado, indeciso, sin saber qué hacer, mirándolo y releyendo las palabras escritas.

Era para él, el último tentativo de volver a ver a aquella mujer que le presentó una amiga hace cuatro meses en un restaurante anónimo de la ciudad. Una discusión banal, los había separado y una barrera de silencio y de incomprensión los había distanciado.

Ese tiempo prudencial que se habían dado, había trascurrido para él, cargado de ansiedad, de inquietud, como si la vida hubiera cambiado de sabor, de olor, de existir, tanto, como para entender que ella continuaba siendo muy importante.

 

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