En una ocasión, que estaba una burra pastando en una pradera, llegó a junto a ella un hermoso caballo, al cual ya conocía de hablar otras veces con él, que nada más llegar, saludó a la burra: diciéndole que guapa estaba y que de buenas ganas se casaría con ella. La burra que de tonta no tenía nada, se dio cuenta de que aquel hermoso caballo no le estaba hablando muy en serio y seguramente lo que perseguiría solo era acostarse con ella, por eso le contestó; que solo se casaba con quien de verdad demostrara, que estuviera enamorado de ella y al revés; por lo tanto, de momento no se veía de esposa de un caballo, que ni en el pasado ni en el presente le había demostrado nada.
El caballo, que en un primer momento no estaba enamorado de la burra, al oír esta contestación para él inteligente, de ella se prendó y le preguntó que tenía que hacer por ella, para que los dos se pudieran casar. La burra que por su inteligencia comprendió, que ahora el caballo le estaba hablando en serio, le dijo que nada más tenía que amarla y lo otro vendría por añadidura.
Por lo tanto burra y caballo se casaron muy enamorados y aunque tuvieron algún hijo mulo y alguna hija mula, a nietos nunca llegaron, porque ni los mulos ni las mulas pueden tener hijos.
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