Lamar cesó su vaivén por la sala. Se detuvo frente a Carel, con el rostro muy serio y la mirada clavada en él. La tensión se mascaba en el ambiente, rodeada por un silencio ensordecedor, apenas roto por el barrullo de la taberna.
-Pareces un chico inteligente y creo que podríamos hacer más negocios en un futuro – dijo en tono bajo Lamar, acercándose aun más a Carel.- Sin embargo, no creo que lo que me has traído valga más de 100 oros. Eso siendo generoso.
Carel suspiró aliviado por deducir que seguiría con vida, al menos de momento.
-Por supuesto Lamar. No pretendía que me pagaras semejante cantidad, solo te estaba probando-fingió.
El susto quedó ahí. Lamar retiró a sus guardias y tanto Carel como él se quedaron en la sala intercambiando la mercancía por las monedas. Una vez hubieron acabado, se despidieron con una reverencia formal y Carel desfiló escaleras arriba. Era momento de invertir lo que había ganado en la transacción, así que decidió dar una vuelta por el Bazar. Si bien Basil era la capital comercial mundial, era por algo: el Gran Bazar estaba rebosante de tenderos y comerciantes ambulantes de toda clase, que ocupaban el espacio hasta donde alcanzaba la vista. Carel nunca había visto un bazar tan grande, estaba asombrado ante las dimensiones del lugar. Mientras avanzaba por el Gran Bazar, reparó en un pequeño puesto, en principio no muy diferente del resto, pero en el que Carel detectó una pieza de gran valor. Se trataba de un collar de hechicero, que tiempo atrás habían sido numerosos, pero desde la aparición de Salim, éste trata de hacerse con ellos y destruirlos. Cuenta la leyenda que estos collares fueron creados por los antiguos hechiceros de las montañas, y reposa en ellos un gran poder, un poder que podría utilizarse únicamente para hacer el bien.
-Disculpe señor, ¿está en venta ese collar?- preguntó Carel.
El chico que atendía el puesto, se quedó mirando fíjamente a Carel de forma extraña. Tras unos instantes, alargó la mano para coger el collar y colocárselo a Carel.
-Veo que tienes buen ojo. Es un collar realmente bonito, que además te sienta muy bien. De hecho, te queda tan bien que te lo regalo. Te traerá suerte.
A Carel le resulto algo extraño que le regalase algo tan valioso-quizás el tendero no supiese que se trataba de un collar de hechicero-, pero si el collar le salía gratis, no tenía objeción. Le dio las gracias al vendedor y cuando disponía a marcharse, tuvo la sensación de que el collar susurraba y eso le daba mala espina. Cuando se dispuso a devolverlo, el tendero ya no estaba, ni su puesto tampoco…
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Como siempre agradecería cualquier tipo de comentario, crítica, etc. Gracias.
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