No soporto tu silencio, ya no puedo con tu indiferencia.
La tensión es como un cuchillo bien afilado qué me corta lenta y dolorosamente. Pero mi dolor es poco comparado con lo que siento al verte triste por mi culpa. Es que de verdad no puedo con tu expresión. No sé si reírme por ello: tus brazos cruzados sobre tu pecho, tu entrecejo medio fruncido, la forma en que te muerdes los labios para no soltar palabra alguna. Incluso enojada luces hermosa, por Dios.
La forma en que rechazas mis abrazos me causa una punzada extraña de dolor en el pecho, pero no puedo enojarme o entristecerme cuando veo tu sonrisa de venganza. Me encanta verte sonreír, incluso cuando lo haces para que me duela.
No pareces tensa cuando sales de la habitación y te colocas frente a la ventana. Beso tu hombro un poco temeroso de un posible rechazo, pero, para mi sorpresa y alivio pareces más serena. Te giro hacia a mí para besarte, pero antes debo susurrarte eso que tanto te gusta escuchar:
“Yo estaré equivocado siempre y cuando estemos bien”
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales