Denunciar relato
En una gélida mañana de 1929, Betty, recién llegada a Barcelona ocupó una mesa del entonces reinaugurado Cafè de L´Òpera: necesitaba reconfortarse con un chocolate caliente. Pronto notó que un cliente curro y otoñal, que, al parecer leía un contrato, cada tanto levantaba la vista y le guiñaba el ojo izquierdo.
Ella, menos madura que él y recién divorciada…, se sintió venturosa. Claro, no era para menos: halagada durante más de veinte minutos mediante aquellos insinuantes gestos… exclamó para sí:
–¡Ay, Betty!, señal que cabalgamos…
Un rato después, el caballero cesó con sus insistentes miradas…, mas continuó con sus pestañeos…
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