Silencio. Solo gemidos.
Por Dvn
Enviado el 22/03/2016, clasificado en Adultos / eróticos
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Son las 5 de la mañana. Me despierto agitada, recordando lo sucedido la tarde anterior con él.
El día anterior la biblioteca estaba abarrotada, cada mesa la llenaban apuntes, libros, bolígrafos, portátiles… Y en una de esas mesas lo encontré a él, mordiendo la capucha de un boli Bic azul. No entiendo como aún le quedaban existencias de capuchas, ya que siempre lo encontraba de la misma forma. Su nombre creo recordar que es Pedro, pero no me gusta ponerle nombre a las cosas hasta que no son mías.
Su mirada solía cruzarse con la mía en aquel habitáculo lleno de estanterías con libros. Mi cuerpo irradiaba un calor que no conseguía controlar cuando pasaba por su lado y sus ojos escrutaban mi cuerpo deseosos de contemplarlo en su total desnudez.
En una de esas veces que acostumbraba a pasar por su lado, le dejé caer una nota sobre la mesa con el contenido de mi dirección y una hora en concreto. Antes de nada me cercioré de que la casa estuviera vacía a esa hora y unas cuantas más. Vivo con una amiga desde hace unos meses, lo que me da casi total libertad en algunos aspectos íntimos.
Sin saber con exactitud si él iba a venir o no, me apresé en el baño durante un rato hasta quedar, lo que yo consideraba, perfecta para la ocasión.
La hora se acercaba y decidí recibirlo con un conjunto de lencería que resucitaba a cualquiera.
18:45. Suena el timbre. <>.
Mientras esperaba a que subiera, me coloqué una bata con motivos orientales, corta y un poco transparente, por encima. Mis tacones de diez centímetros hacían que mi figura se entreviera más sexy, a la vez que me daban esos centímetros para colocarme a su altura.
Cuando tocó a la puerta, mi pulso se aceleró por un momento hasta que lo logré controlarlo.
Le abrí y le hice una seña con la cabeza para que entrara. Cuando estuvo dentro, me acerqué contoneando la cintura y jugando con el cinturón de la bata a deshacer el nudo que la mantenía pegada a mi cuerpo o no, hasta que llegué hasta él y tiré de su pantalón tras de mí.
Lo llevé a mi habitación y lo empujé contra la cama. Me acerqué lo máximo posible a ella, de manera que a él lo tenía de frente y ahora sí, deshice el nudo de la bata y la dejé caer al suelo. Pude percatarme que mi conjunto de lencería le encantó por el hinchazón que acababa de crecer en el interior de sus jeans apretados. Eso me acrecentó el ego y decidí subir el tono del encuentro. Me situé de cuclillas en la cama, frente a él, y me acerqué a gatas hasta colocarme encima. Siquiera nos habíamos dicho una palabra cuando mi lengua ya estaba explorando cada rincón de su boca. Guié sus manos hasta mi cintura y di rienda suelta a las mías, que comenzaron a arrancarle la camiseta con fervor. Hundí la yema de mis dedos en cada recoveco de su torso desnudo y una oleada de calor comenzó a instalarse en mi cuerpo perdiendo totalmente el control de la situación. Con sus manos aún en mis caderas, me levantó y se colocó encima de mí, bloqueó mis manos con las suyas y sus labios se apoderaron de mi cuello, besando cada esquina de él, provocando en mí leves gemidos y en mis bragas una sensación de humedad. Cogió mis piernas y colocó mis pies en sus hombros. Me comenzó a tocar por el interior de los muslos, sin llegar a la entrepierna, eso hizo que mis ganas de tenerlo dentro aumentaran. Se desabrochó los botones del pantalón y con un gesto casi fugaz se desprendió de ellos, dejando unos bóxers blancos que poco dejaban a la imaginación. Se coloca encima y mis bragas chocaron con sus bóxers notando la dureza que debajo de ellos escondía.
Se deshizo de mi sujetador con un movimiento experto y su boca comenzó a succionar, lamer y mordisquear cada uno de mis pezones. Los gemidos de ambos se hicieron notar y se mezclaron con el silencio de la habitación. Se detuvo a juguetear con mi ombligo hundiendo la punta de la lengua y con las manos aprisionó el interior de los muslos más cercano a mi sexo. Deslizó poco a poco lo que se interponía entre mi sexo y él y hundió su boca en lo más hondo de mi ser, en aquello que hace que me retuerza y estremezca de pura excitación. Los girones de su lengua en mi entrepierna me hicieron convulsionar de placer y sus dedos entrando y saliendo de mi hendidura, alborotaron mi interior.
Terminamos con toda la ropa que separaban nuestros cuerpos acalorados y que impedían que éstos se fundieran en uno solo. Acto seguido comenzó a penetrarme, su intención era hacerse de rogar introduciendo solo la puntita pero coloqué la planta de los pies en la cama y levanté mis caderas introduciéndola de una sola vez dentro de mi, nuestros gemidos se sincronizaron por aquella embestida provocada y una sonora carcajada de ambos retumbó en las cuatro paredes. Entraba y salía sin piedad, provocando dolor y excitación a la vez, una mezcla arrolladora. Ya no era consciente de nada, mi mente totalmente en blanco, bloqueaba todo recuerdo que a ella se abalanzara, inclusive la imagen de su actual pareja. Entre embestidas y caricias salvajes nuestros cuerpos llegaron al clímax haciéndose eco con un sonoro orgasmo que liberaba cada tensión acumulada.
Ya que con eso solo no me bastaba, sacié mis ganas de hacer que él solo estallara para mi y me arrodillé ante él succionando su miembro con ímpetu, llevándolo entero a la boca y lamiendo hasta su más profundo rincón. Mis manos agarraban su trasero y atraían su cuerpo entero hacia mí, quería tragar su excitación y así fue, su orgasmo se quedo totalmente en mi boca, estalló solo para mí.
Aquello me puso más cachonda que nunca y para volver a excitarlo cogí un vibrador del cajón de mi mesita, lo introduje a merced de mi sexo y me masturbé solo para él, sin apartar mi vista de la suya y acariciando mis pezones con ansia de más. Me coloque a cuatro patas frente a él y me introduje el utensilio analmente a lo que su pene respondió de forma suculenta y se posó detrás de mí en un segundo. Me apartó el vibrador e introdujo su sexo donde éste había estado hasta ahora. Todo mi cuerpo se contrajo deseoso de más y él respondió a ello con fervor. Por segunda vez explotó en mi interior y ambos nos dejamos caer en la cama sin aliento, sin nada más que él silencio que solo nuestros gemidos rompieron.
DCP
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