Relatos de un soldado-Parte II

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                              Relatos de un soldado

                                Parte II: El combate.

 

Nosotros pertenecíamos a la segunda sección de tiradores, la que estaba compuesta por 40 soldados, y el grueso de la compañía estaba más adelante, a unas dos horas y media a pie.

Si bien estábamos tranquilos, ya que se decía que por allí no había posibilidades de que desembarquen los ingleses pues toda la colina estaba llena de soldados de punta a punta, había días que aparecían algunos aviones Sea Harrier y bombardeaban el aeropuerto, el que habían logrado destrozar casi por completo. También bombardeaban edificios grandes creyendo que ahí se guardaban víveres o combustible, pero estos ataques eran cada tanto.

Durante los días de semana pasaban otros aviones volando muy alto y fotografiaban la zona, pero llegaba el fin de semana y empezaba el quilombo de la musiquita de las bombas y de la artillería que arrasaban con todo.

Nosotros no estábamos en el frente de batalla, pero a esa altura el enfrentamiento que soportaba la compañía B la sentíamos en carne propia, pues los disparos y las bombas ya eran de una intensidad tal que hasta se sentía temblar la tierra. Además el frío y la lluvia empeoraban la situación, ya que con las bajas temperaturas y completamente mojados, había días en que ya ni sentíamos los pies y las manos, y casi no teníamos movilidad.

Hasta que llegó el momento en que nos mandaron a reforzar la 1ª y la 3ª sección de la compañía. Nos armaron de pies a cabeza y a las 12 de la noche partimos hacia el frente.

Llegamos a las 2 de la madrugada y ocupamos las posiciones de los soldados que se fueron de la 1ª sección a reforzar la compañía B.

Ellos estaban en lo peor de la batalla enfrentándose con los famosos Gurkas. Ahí era un infierno, entre las explosiones y las ráfagas de disparos de grueso calibre, y la tierra que seguía temblando bajo nuestros pies mientras esperábamos de ir al frente hasta la posición de resistencia.

A eso de las 6 de la madrugada (amanecía entre las 8 y las 9) de todo el pelotón apenas regresaron del frente apenas 15 soldados y 2 cabos, el resto fueron muertos, heridos o capturados por los ingleses. Sabíamos que con la ventaja tecnológica que tenían, todo era cuestión de horas. Ellos veían en la oscuridad, y a nosotros la mitad de las armas ya ni nos servía.

De pronto la artillería inglesa comenzó a darnos con todo a nuestra posición. ¡Ay mamita! por primera vez sentimos miedo y comenzamos a replegarnos buscando algunas rocas para resguardarnos y repeler lo que pudiéramos, pero fue imposible.

Estos animales nos estaban masacrando a bombazos. Caían una tras otras, segundo a segundo. Esa isla hervía de tantas explosiones.

Esa mañana me salve porque Dios estuvo de mi lado A no más de 20 mts. de donde me encontraba cayó un semejante pepazo que desparramó todo lo que encontró por el aire dejando un cráter de 3 mts de diámetro. Ese día, el 15 de junio, se perdió mucha sangre y muchísimos soldados quedaron allá para siempre.

Algunos de nosotros nos salvamos porque encontramos una roca grandísima y ahí nos quedamos hasta que oscureció. Entonces decidimos retroceder hasta la compañía A que estaba en una zona que había que reforzar, y apenas llegamos comenzó un ataque feroz. Esa noche también me salvé de pedo (suerte) pues no había lugar que no fuera bombardeado. Vi a tantos compañeros morir desfigurados y descuartizados por las bombas, que ya solo quedaba rezar.

Y los Gurkas seguían avanzando con el cuchillo en la boca y armados hasta el culo.

La mitad de los 150 soldados de la compañía B de infantería fueron lisa y llanamente degollados. Uno de los sobrevivientes, el soldado Aguirre fue quien nos contó lo sucedido.

Como ya habían tomado varias posiciones y venían avanzando mas de 500 monos (así denominábamos a estos Gurkas) recibimos orden de retirada, y corrimos toda la noche hasta llegar al pueblo. Ya era todo inútil, simplemente nos terminaron de aplastar con la artillería.

Una vez en el pueblo pudimos comer algo y descansar, pues estábamos agotados.

 

Amaneció y ya estaba todo dicho. El General Menéndez ordenó la rendición total. Entregamos las armas y nos metieron en un galpón muy grande en donde nos tuvieron todo el día, y a la noche nos embarcaron en el buque Canberra, el que supuestamente había hundido nuestra aviación.


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