No te vas a morir (Con los ojos abiertos sin poder mirar)
Con un aspecto desalineado, un andar cansino y sucio por donde se lo mirase, Osvaldo se dirigía a pie hasta las cercanías del aeropuerto en busca de algo de combustible según le habían encargado.
Como silbando bajito, pero sin emitir sonido alguno, iba recordando aquella canción que últimamente le rondaba en su cabeza un par de veces al día.
Después de aproximadamente la mitad del recorrido se detuvo, dejo en el suelo los dos bidones de 25 lts que llevaba, se bajó rápidamente el pantalón, y defecó allí nomás en el medio del sendero en el cual se encontraba. Se limpió a medias con unos pastos secos que encontró a mano, y culminó la tarea con uno de los trozos de tela vieja que siempre llevaba en uno de sus bolsillos precisamente para estas urgencias. Se levantó el pantalón, tomó los bidones y continuó recorriendo los últimos mil metros tarareando nuevamente aquella canción que se le había grabado desde hacía un tiempo.
Esta inconciente distracción entre otras cosas, le hacía olvidar un poco del hambre que venía padeciendo últimamente, porque al igual que una dolencia crónica, el hambre se sufre demasiado al principio, pero luego se va convirtiendo en parte de nuestras miserias, y como decía un viejo filósofo desconocido, el hombre se adapta tanto a los placeres, como a las desgracias, mas pronto de lo que él piensa.
Y eso fue lo que Osvaldo había llevado a la práctica inconcientemente, dejando de lado todo concepto cultural, de educación y buenas costumbres, habiéndosele hecho hábito un nuevo modo de subsistencia, por lo que higienizarse era ya casi un término olvidado. Así también era que a su cuello lo adornaba un manto de tierra infértil, igual que a parte de su cabeza y manos por ser éstas las únicas expuestas casi permanentemente a la intemperie, el resto de su cuerpo, obligado por el intenso frío, permanecía protegido por la mayor cantidad de abrigo posible, ya que las temperaturas invernales azotaban por demás en esa época del año.
Por un instante le sobrevino el recordatorio de que se acercaba la hora para buscar alguna ración que le sirviese para entretener su estomago, y si bien en estos últimos días no le había tocado en suerte escudriñar en la misma tierra algún resto de alimento abandonado, tampoco lo esperaría aquellos trozos de carne perdidos en un guiso carrero como lo supieron deleitar en los primeros días de este nuevo peregrinar. Sabía entonces que si no apuraba el paso para regresar con el encargue lo más pronto posible, corría el riesgo de no encontrar siquiera algún embutido sobrante que le permitiera matizar la jornada hasta que caiga la noche.
Pero a esta altura de la circunstancia también había otras preocupaciones a las que debía estar mas atento, ya que podía presentarse de imprevisto algún hecho que le alterase la rutina con una trascendencia mayor a la habitual, y de lo cual ya había tenida varias muestras gratis, constituyéndose éstas en una especie mini curso acelerado de reacción, reflejos y resistencia entre otras características adquiridas compulsivamente.
Aunque esta insuficiente preparación en forma de instrucción para resolver situaciones todavía desconocidas, no le sirvió de mucho cuando, a apenas cincuenta metros de su destino, un Sea Harrier dela ArmadaBritánicaque apareció de la nada y sin previo aviso comenzó a descargar sus cañones ADEN de30 mmen la zona que obviamente era su objetivo.Soltando los bidones de sus manos y en un solo movimiento, Osvaldo se arrojó de panza al suelo, enterró su rostro en el barro, y en lo que le pareció una eternidad, escuchó como impactaban contra el suelo y a no mas de cinco mts a cada lado de su cuerpo, la ráfaga de proyectiles que el Harrier descargaba sin piedad, dejándolo completamente inerte como esperando el final.
A los no más de diez segundos y ya a la distancia, oyó los últimos disparos y una fuerte explosión. Se incorporó de un salto, tomó los bidones, y mientras observaba a uno de los IA-58 PUCARA despedir un intenso humo negro, continuó su camino esperando que a pesar del contratiempo, pudiese conseguir el combustible que le permitiese continuar con su tarea para así evitar quedarse sin ración alimenticia, y por que no, algun tipo de castigo adicional.
Imaginando que todavía no había llegado lo peor de la guerra, Osvaldo regreso cargando los dos bidones llenos y cantando aquella canción de Rubén Rada que se le había impregnado en el alma. Mientras el sol radiante del mediodía apenas le entibiaba su cuerpo.
http://www.youtube.com/watch?v=XGkle9NN7DA
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