La última carta (PARTE II)
Por david gallagher
Enviado el 03/04/2013, clasificado en Drama
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A la vuelta, enfocando mi ubicación, y con la sensación esclarecedora de quien sale del baño en medio de un bar, lo vi. Nunca lo olvidaré, un hombre hablando con Elisabeth en el mismo taburete que yo ocupaba minutos antes. Recuerdo todos y cada uno de sus rasgos. Alto, moreno, recién afeitado, pelo largo engominado hacía atrás, ojos marrones y, lo peor de todo, aires de quien entiende que lo tiene todo bajo control.
Nunca me he dado por un hombre celoso, pero no soy imbécil, y sabía de la atracción que Elisabeth evocaba sobre los hombres. Era la envidia de los bares y allí donde iba todos me miraban con recelo. Era una sensación maravillosa. Así que me dispuse a acercarme y conocer aquel individuo de patillas perfiladas y ojos ardientes de deseo clavados en los pechos de mi novia. Fue entonces, cuando hice el primer gesto de avance, que ella le arrojó el vaso de whiskey a la cara entre risas de la muchedumbre. El gesto fue inminente. El, cargado de rabia por la humillación, le propino un tortazo en toda la cara y la vi sangrar. A partir de ahí, debo decir, que perdí el control. No sé si fue el alcohol o la adrenalina que subió por mi estómago hasta la cabeza, que me borro la conciencia. Lo tuve claro; salté sobre ese hombre y comenzamos a pelear. Llegado el momento, me coloqué encima de él inmovilizando al susodicho con mis muslos. Un par o tres de puñetazos en la sien bastaron para entender que ese hombre ya no se movía y sangraba ligeramente por el oído. Una sensación de miedo y rabia se apoderó de mi cuando dos policías me detuvieron. Fue en ese preciso instante cuando lo entendí. Había destrozado mi vida en cuestión de segundos. Y he de añadir, que lo que claramente me destrozo el corazón, fue ver a Elisabeth mirándome con los ojos impregnados en sangre y llorando. Entre sirenas de policía y lluvia, desaparecí en la niebla.
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