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Decidí quedar con él en el institúto, como estavamos en Semana Santa estaba desierto. Pablo tardó un rato en llegar a nuestro rincon, al llegar me miró arrepentído de nuestra discursión. Se sentó ha mi lado y me acarició el hombro, dijo;-¡ Aquí se perdona todo!. Nos abrazamos como posesos, pensando en que nó pasara el tiempo. Sonó su bastón caer, y dije: -¡Tranquilo, le dije ha nuestra nieta Ana que vendría luego ha recogérnos!.
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