La criatura

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La noche era bastante fría y estaba cayendo una niebla lo suficientemente espesa como para empezar a difuminar los edificios colindantes. La mujer arrulló al bebé entre sus brazos protectores y lo cubrió con la manta. Miró, desde la puerta del hospital del que acababa de salir, a ambos lados de la calle pero no consiguió ver ningún taxi. Impaciente por la espera y el pasar de los minutos decidió marcharse a pie antes de que la noche avanzará aún más. Su casa no estaba muy lejos, atravesaría por el parque para evitar rodearlo y ganar así algo de tiempo.

Caminaba lo más rápido que le permitían sus piernas sexagenarias. Se había visto obligada a llevar al bebé por la tarde a un control rutinario, de los muchos que se les realizan en los primeros meses de vida, y no había podido aplazarlo por más tiempo. Debido a la falta acuciante de personal en el hospital se había retrasado bastante, por lo que la noche se le había echado encima. Sus temores de que descubrieran alguna anomalía en el crio la aterraba pero los exámenes que le realizaron no dieron signo de que hubiese nada fuera de lo normal.

Las luces de las farolas quedaban rodeadas por la niebla, que comenzaba a ser bastante espesa, lo que le confería al lugar un aspecto realmente fantasmagórico. Había llegado casi al final de los jardines y ya podía medio adivinar las rejas del otro extremo cuando, de una zona oculta por las sombras de los árboles, se deslizó de manera silenciosa una silueta humanoide con una gran joroba en el lado izquierdo de su espalda cortándole el paso.

- ¡Entrégame al bebé! ¡Ahora! -dijo con una voz ronca y desgastada por la edad mientras extendía su brazo derecho. -¡Dámelo!

- ¡No te lo daré! ¡Jamás! -respondió la mujer enérgicamente. -Dile a tu señor que el bebé nunca caerá en sus manos.

El deforme ser se abalanzó hacia la mujer con una rapidez fuera de lo común pero ésta sacó del bolsillo de su abrigo un extraño amuleto que refulgió tiñendo el lugar con una extraña luz azul. El ser se encogió sobre sí mismo lanzando mil maldiciones.

- ¡Dame al bebé! -exigió la criatura mientras se intentaba esconder de la luz entre las sombras de las que había salido momentos antes.

Al mismo tiempo el bebé extendió sus brazos intentando arrebatar el amuleto de manos de la mujer pero esta apartó la mano justo a tiempo y se lo puso sobre la frente.

- ¡Suéltame! ¡Suéltame, bruja! -dijo el bebé con una voz aguda mientras se retorcía a causa del intenso dolor que le producía el contacto con el amuleto.

- ¡Cállate! Pronto aprenderás a obedecer mis órdenes. No eres el primero de tu especie al que he domesticado - Le advirtió la bruja.


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