Historia de una noche de verano (II)

Rasaca vacacional

Helena y yo nos enamoramos de Malta. Nada más llegar aquí, nos pusimos a buscar piso y trabajo para poder pasar allí el verano. Pero yo encontré un buen trabajo aquí, y como necesitaba el dinero, abortamos la misión.

Por extraño que fuera, yo seguí hablando con Manuel. Hablábamos prácticamente cada día a través de Whatsapp o Facebook. Los que hayáis tenido un amor de verano, o simplemente un rollete de unos días, posiblemente me entendáis cuando diga que yo esperaba que eso tan solo durara una (muy) corta temporada. Pero los días fueron pasando. Hablábamos de volver a vernos, de lo mucho y extraño que nos gustábamos y de lo “guay” que sería tener un relación si estuviéramos más cerca.

Teníamos mucha confianza, total, no teníamos nada que perder; ninguno de los dos podíamos atentar contra nuestra intimidad ni estábamos enamorados, así que no teníamos que guardar las apariencias. Poco a poco, nuestra relación iba siendo más fuerte. Me acostumbré a hablar con él, a explicarle mis cosas y que él me explicara las suyas. Pensaba en él a menudo e imaginaba historias imposibles.

Ambos sabíamos que era imposible empezar algo en esa situación, sin embargo, seguimos hablando. Supongo que no esperábamos sacar nada más de ello. Pero, aun así, prometimos volver a vernos.