Historia de una noche de verano (IV)

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Conflictos mentales

 

Por supuesto, el otro fue informado de mi decisión. Y aun así, quería seguir teniendo la relación que teníamos. Más tarde me enteré, primero por otra boca y después por la suya, de que ya que yo “prefería estar con el maltés”, él había buscado una sustituta.

Un problema menos.

La relación con Manuel seguía igual, avanzando pero por el misma vía. Los días, las semanas, los meses iban pasando y ninguno de los dos quería dejar de hablar. Al contrario, cada día teníamos más ganas de volvernos a ver y cada día creíamos un poquito más que esto podría llegar a ser posible.

Empecé a pensar demasiado. Los y si… empezaron a llegar. Ya tardaban (siendo yo). Y si me enamoro, y si no yo no le gusto como el a mi, y si encuentra a alguien, y si se cansa de esto… Me imagino que, si no os ha pasado nunca, no es la primera vez que oís una tontería similar. Así que voy a saltarme, en la medida de lo posible, lo que cuando oímos en los demás, nos parece una estupidez pero cuando se trata de nosotros, la más mínima paranoia es posible.

Como he dicho anteriormente, tengo la necesidad de ser sincera. Como el capítulo de los Simpson, que Homer empieza a callarse las cosas (su rabia) y empiezan a salirle tumores. (Los Simpson siempre aclaran todas la situaciones).

Decidí explicarle, parte, lo que me rondaba por la cabeza. Le dije que me preocupaba que esto pudiera volverse demasiado serio, porque no había manera de que fuera posible. Intentaba evitar la palabra enamorar. Me parecía una palabra seria, no para mi, pero quizás para él sí. Fue él quien la dijo. Me dejó claro que le gustaba, que ninguno de los dos podíamos saber qué pasaría pero que quería seguir adelante. Difícil no enamorarse.

Estaba planeando venir a Barcelona para navidades. Yo deseaba que pudiera y poder verle de nuevo. Pero tuvo problemas con el trabajo, y no podía coger vacaciones. Así que tocaba tener más paciencia… Aunque no las tenía todas conmigo.


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