Muros de carne y hueso

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No sé muy bien porqué razón tendemos a construir un muro a nuestro alrededor. Como si ese intento absurdo por escondernos de la sociedad fuera a servir de algo.

Son muchos los que se asoman por encima para vernos por dentro. Algunos, incluso, son tan altos que son capaces de pasarlos y entrar. A veces sin permiso, destrozando todo aquello que encuentran a su paso. Nosotros ante tal situación, no se nos ocurre otra cosa que construir otro muro. Esta vez más alto, más resistente, más protegido... Hasta que de nuevo, alguien es capaz de pasarlo.

Así pasamos gran parte de nuestra vida; reconstruyendo irónicos muros que nos hacen sentir aun más desprotegidos. Pero un día, alguien ve que en el muro hay un pequeña puerta. Pica. Entra, sin destrozar nada. Lento. Casi sin darte cuenta, ha recorrida cada uno de tus rincones y no lo has podido evitar. Y no sólo ha entrado, sino que se ha instalado y evita que nadie más pueda entrar. Tu muro ahora, tiene nombre y apellido.


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