Zeilo y sus inicios (2) Timo, pelea y sonrisa

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 Fue en busca de un camino que le llevase hasta a algún pueblo o una posada donde poder sentarse a comer, el problema era que no tenía nada con que pagar, por lo que pagaría con algún servicio.

 Cuando llevaba una hora caminando encontró una posada. Estaba abarrotada de campesinos, mujeres que charlaban sobre sus maridos, niños correteando y en una mesa de un rincón había sentados unos hombres de espaldas anchas, vestidos de negro y con puñales escondidos bajo las capas, eran mercenarios. Nadie les dirigía la mirada pero todos sabían que estaban y nadie quería molestarles, al menos nadie que aprecie su vida.

 Zeilo entró y se dirigió a la barra para hablar con el posadero. Las conversaciones cesaron y las miradas se centraron en él.

 -Hola muchacho, ¿en qué puedo ayudarte? -Preguntó el posadero. Era un señor que rozaría los cuarenta años con una barriga cervecera considerable y una sonrisa que  invita a tomarte algo.

 -Necesito algo que llevarme a la boca pero no tengo dinero -Murmullos de desaprobación inundaron la posada y algunos hombres que estaban apoyados en la barra rieron por lo bajo-. Podría pagarte con algunos servicios como lavar los platos o echarte una mano en lo que quisieses.

 -Bueno, podría darte un plato de sopa con patatas y una hogaza de pan de ayer a cambio de que me subieses unos barriles que tengo en el sótano y que me lavases los platos, ¿te parece bien?

 -Está bien, pero también quiero una jarra de cerveza. -Lo dijo con una sonrisa, sabía que el trato no era bueno.

 -Te daré una botella de vino si limpias la chimenea. -Le devolvió la sonrisa.

 -De acuerdo, mis padres siempre me han dicho que hay que ayudar a nuestros mayores, y más si tienen alguna discapacidad.

 Varios hombres se levantaron, los niños dejaron de correr y se escondieron detrás de sus madres, los mercenarios seguían bebiendo. El que parecía el herrero del pueblo dio un paso al frente y se colocó detrás de Zeilo, tenía una voz grave:

 -¿Y dónde está tu madre ahora, eh muchacho? ¿Quién te va a salvar de la paliza que te vamos a dar? ¿Te crees que puedes entrar aquí y menospreciar a nuestro amigo?

 -Claro que no, pero él tampoco puede esperar que le haga ese trabajo a cambio de una comida miserable -Se dio la vuelta y miró a los hombres que tenía delante-. No soy igual de burros que vosotros.

 El herrero le fue a dar un cabezazo pero se chocó con la coronilla del joven haciéndolo retroceder.  Zeilo le pegó una patada en la rodilla al que tenía mas cerca haciéndole perder el equilibrio y a continuación le pegó un puñetazo que lo dejó inconsciente. Se apartó del grupo y se puso de espaldas a los mercenarios. Hizo señas al herrero y sus amigos para que le atacasen. Se abalanzaron sobre él pero los esquivó y cayeron encima de los mercenarios, ahora la pelea sí que estaba completa. Zeilo fue hacia el posadero y le pidió una botella de vino y una hogaza de pan caliente.

 -¿En que dirección esta la ciudad de Ylma?

 -Unos 80 kilómetros al sur siguiendo el camino, tardarías un día con un buen caballo -dijo el posadero nervioso.

 -Gracias, que tengas un buen día, espero que no te quedes sin clientes. -Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro.

 Cinco minutos más tarde estaba cabalgando en dirección a Ylma sobre un caballo negro que había robado del establo. Ylma era la única gran ciudad que no había sido arrasada por Naldor o que no había firmado un tratado de paz a cambio de servir al rey, y donde en menos de un mes se libraría una batalla.


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