Marina, soñaba constantemente, tanto despierta como dormida. Tenía una capacidad especial para desligarse de este mundo, como ella decía, para transportase a su mundo especial, donde podía decidir lo que quisiera.
Su mente soñadora, le trasladaba a lugares increíbles, donde el sol incidía con más intensidad, sintiendo en su cara el calor que emanaba. El cielo, era de un azul zafiro, que incluso dentro del sueño, la guiaba hasta los confines del firmamento.
Se sentía volar a su antojo, traspasando montañas y alcanzando las cimas más alta, dejándose llevar por los movimientos alegres del viento que le empujaba cariñosamente, sintiendo sus caricias y vaivenes.
Era el único lugar donde se sentía libre,danzando y bailando con el viento para llegar a las increíbles cascadas, donde se sumergía y sentía renacer, tumbándose en la hierba, suave y mullida, llena de flores a su alrededor, absorbiendo los agradables aromas y sintiendo cada brizna de hierba, rozar su cuerpo.
Era muy feliz y sonreía constantemente. Los sueños, la retenían hasta llegar el atardecer, esos momentos que el cielo, se convierte en una gama de colores que van apareciendo entre las jugosas y juguetonas nubes que con sus formas y movimientos, van intensificando las tonalidades, hasta que comienzan a aparecer la estrellas y su espíritu, se llena de intensa felicidad, envolviéndose entre ellas y sintiendo que la acunan como a un bebé.
Cuando despierta, la realidad es muy diferente. Su espíritu, está sujeto a un cuerpo que no responde, enclaustrada entre su cama y la silla.
Así que sus periodos de sueño, se prolongan más y más. El tiempo, no es nada para ella, únicamente, necesita evadirse de la realidad para así poder deslizarse a su mundo de increíbles sueños, donde consigue ser feliz.
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