A palabras necias oidos sordos

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Fuí ha la habitación de mi abuela muerta, me la quedé mirando. Estaba muy nerviso, empecé a pedirle ayuda, lagrimas caian, me arrodillé. Me habían echado del trabajo, no podría pagar la hipoteca. Mis manos de fumador empedernido temblaban, alcè los ojos y ella seguía mirando a ninguna parte. Su silencio me provocó rabia, solté una patada a la mesita donde estaba ella, provocando su caída al suelo. Se rompió por la mitad, aún así, seguía mirando a ninguna parte. A patir de entonces; La Virgen del Carmen ya no sería la misma.


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