El pollito abandonado por su mamá

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En una ocasión, que una gallina vivía suelta en una huerta (entre otras gallinas y un gallo), puso una nidada de huevos entre unas matas y allí los incubó, sin que se enterara el humano que los atendía, además de ser el dueño. Hasta que un día este vio por casualidad, que naciera solo un pollito (porque los demás huevos no eran fértiles), al que hacía poco, la gallina había abandonado a su suerte: sin saber mucho lo que hacer con el pobre animalito, se le ocurrió de meterlo en una caja descubierta por arriba, con un calientapiés eléctrico para que no pasara frío. Aunque como era en verano, el pollito no tuvo ningún problema, porque ya hacía bastante calor.

En aquella caja, el humano le daba de comer, de beber, además de darle mucho cariño, pues cuando iba a verlo, el pollito se le acurrucaba en las manos como si fuera su propia madre. De esa manera transcurrieron los días y el pollito creció tanto, que la caja se le hacía pequeña; por eso el humano un día lo llevó para un pequeño local, donde el pollito podía moverse mejor. Sin embargo, humano y pollito seguían con el mismo cariño el uno para el otro: hasta que al pasar alguna semana más, el humano juntó con las demás gallinas al que fuera un pollito, quien ya estaba convertido en una joven gallina, la cual, a pesar de que de noche ya dormía en el gallinero con las otras, de día no se arrimaba a las demás gallinas, porque estas le pegaban.

No obstante, cuando la gallina (antes pollito) veía al humano caminando por la huerta, iba detrás de él como si fuera un perrito y cuando este se sentaba, en algún asiento en alguna parte de la huerta, aprovechaba para subírsele encima y después de estar en sus rodillas dándole besitos en la cara, en la boca, luego se le subía en los hombros, para de nuevo bajar a su regazo.

El problema surgió a los pocos días de esto; pues el humano tenía un perro, el cual al ver este cariño con la gallina, se ponía muy celoso, por lo cual, perro y gallina, se peleaban por estar en el regazo del humano. Esto luego se producía casi a diario y como el humano no quería tomar partida por ninguno de ellos, el perro al final vencía en la escaramuza; por lo tanto la gallina en esas ocasiones, siempre tenía que abandonar la lucha.

Con ese cariño, entre el humano y la gallina, pasaron los meses, además de algún año, hasta que la gallina falleció de muerte natural. Con la tristeza que esto produjo en el humano, pero así es la vida.  

   

    


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