El dinosaurio

No hace mucho tiempo y en un lugar indeterminado: estando Demetrio excavando en una tierra arcillosa con una excavadora, de pronto encontró un huevo tan grande, que después de sacarlo con cuidado de entre aquella tierra y al cogerlo en sus manos; calculó que pesaría como unos 20 kilos. Sin saber mucho lo que hacer con él. Aunque al final lo metió en los asientos traseros de su coche y después ya tomaría una determinación. Para luego seguir excavando en aquella tierra, pues con ello se ganaba su sueldo, que era de lo que vivía junto con su familia.

Al final de la jornada, Demetrio para su casa se fue con el huevo en el coche, aunque ya se había olvidado de que lo llevaba dentro. Sin embargo, nada más llegar, se acordó del susodicho huevo y a su mujer Melisa se lo entregó, para que lo utilizara en lo que ella quisiera y esta después de la sorpresa de un principio, tenía dos opciones, o hacer una buena tortilla, o tratar de incubarlo a ver si salía algo de él: después de estar pensándolo un buen rato, decidió que lo mejor era intentar incubarlo, pues a lo mejor la tortilla no salía muy buena, por lo antiguo que el huevo parecía. Con el beneplácito de su marido y de sus hijos, Melisa puso el huevo en una incubadora y en poco más de un mes del huevo nació un dinosaurito, al cual le pusieron Tino y este nada más nacer, creyó que su madre era la buena de Melisa, porque fue el primer ser vivo que vio y por eso andaba detrás de ella.

El bueno de Tino fue creciendo, con todos los mimos que se le pueden dar a un dinosaurio, que son muchos y se alimentaba con comida que se les da a las aves. Aunque al principio ya comía tanto como 10 gallinas juntas y ahora que es mayor y lo tienen a exposición dentro de un vallado, come tanto como 200 gallinas. Aunque la familia se está enriqueciendo, con lo que saca de las visitas a su dinosaurio Tino.

Lo que pasa, es que nadie sabe en donde está a exposición el bueno del dinosaurio. Habrá que investigarlo.