EN SU PAPEL-PARTE 7
Por menorcabella
Enviado el 07/04/2016, clasificado en Varios / otros
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Amelia llegó a casa alrededor de las nueve más cansada de lo habitual, y eso que no había sido una jornada de las duras, solo asistió a tres empresas habiendo días que iba a siete u ocho. Ni ella misma comprendía los motivos de tal agotamiento, ¿Samuel? ¿La mujer del supermercado? ¿Era más cansancio psíquico que físico? De todas formas, la incógnita que cabía despejar era ¿por qué las cosas le habían afectado hoy cuando jamás lo habían hecho? O ¿por qué la afectaban cuando no debían hacerlo? Por lo menos no hasta el punto de llevarse el trabajo a casa.
Si pudiera llamar a alguien y desahogarme, pensó. No podía exponer el caso a la asesoría, no tenía ni idea de cómo se lo tomarían, corría el riesgo de que le dijeran que la cambiaban de departamento y esa posibilidad no se la planteaba ni en broma. Por el momento claro…
Mientras se dirigía a la cocina para prepararse algo de cena con la intención de no acostarse con el estómago vació pensó en qué haría Samuel si estuviera en su papel.
Amelia llegó a casa alrededor de las nueve más cansada de lo habitual, y eso que no había sido una jornada de las duras, solo asistió a tres empresas habiendo días que iba a siete u ocho. Ni ella misma comprendía los motivos de tal agotamiento, ¿Samuel? ¿La mujer del supermercado? ¿Era más cansancio psíquico que físico? De todas formas, la incógnita que cabía despejar era ¿por qué las cosas le habían afectado hoy cuando jamás lo habían hecho? O ¿por qué la afectaban cuando no debían hacerlo? Por lo menos no hasta el punto de llevarse el trabajo a casa.
Si pudiera llamar a alguien y desahogarme, pensó. No podía exponer el caso a la asesoría, no tenía ni idea de cómo se lo tomarían, corría el riesgo de que le dijeran que la cambiaban de departamento y esa posibilidad no se la planteaba ni en broma. Por el momento claro…
Mientras se dirigía a la cocina para prepararse algo de cena con la intención de no acostarse con el estómago vació pensó en qué haría Samuel si estuviera en su papel.
El sonido irrespetuoso del despertador le hizo abandonar a Morfeo al día siguiente. Era lo que ella decía siempre, si los despertadores fueran personas estarían en la lista de personas non gratas sin ninguna consideración por nada ni nadie. Aunque, claro está, eso dependía del color del cristal con que se mire, pensó. Le vinieron a la mente todas aquellas personas a las que ella veía a diario buscando desesperadamente un empleo, una ocupación que les sacara no solo de la precariedad laboral en primer término sino también de la precariedad psicológica de sentirse un ser inútil. Para todos ellos seguro que el sonido del despertador era una bendición.
Al llegar a la asesoría se encontró una nota en su mesa emplazándola a acudir al despacho del director, puesto que éste quería hablar con ella. No ponía nada en la misma de que fuera inmediato, pero decidió que mejor antes que después, dejó el bolso en la silla, se quitó la cazadora dejándola en el mismo lugar y se encaminó a ver al jefe.
- Buenos días, ¿quería verme?
- Sí, siéntate haz el favor, y tutéame. Parece mentira que a estas alturas sigas con las mismas.
- Y usted parece que a estas alturas no sepa que prefiero seguir con las mismas.
- Ya, pues no predicas conmigo lo que vas pregonando en las empresas que acudes. ¿No dices siempre a los responsables de recursos humanos correspondientes que a todos hay que tratarlos con el mismo trato?
- En efecto, eso les digo sí, pero no refiriéndome al trato ni mucho menos. Son otras cosas de las que yo les hablo, como el respeto por poner alguna de ellas. Bien, no creo que me haya llamado para darme un discurso sobre mi tratamiento hacia usted y la verdad es que hoy es uno de esos días que una querría multiplicarse, ya me entiende.
- Sí, siete empresas si no he visto mal en la agenda, puede que tenga que contratar a otra persona, eso para ti conllevará unos pros y unos contras claro.
- Que los canalizo perfectamente, pierda cuidado. Al grano por favor, ¿para qué me ha hecho llamar?
- Una emisora de radio me ha llamado porque les interesa hacernos una entrevista y se me ha ocurrido que nadie mejor que tú.
- ¿Yo? Yo soy una simple trabajadora.
- Sí, pero al fin y al cabo la trabajadora que sabe más del tema a tratar. Preparan un reportaje sobre el mundo laboral y se han enterado de nuestros servicios.
- Estupendo. ¿Usted es consciente de lo que eso puede conllevar?
- ¿Publicidad y más ingresos? Mira, quizás así pueda contratar más personal sin que ello te repercuta.
- Veo que no es consciente. Actuamos o, al menos yo lo hago, desde la sombra. ¿A santo de qué sino se piensa que parezco una especie de súper héroe cambiando de traje cada tres por dos? Si arriesga usted a pregonar lo que hacemos luego sí que nadie querrá nuestra ayuda.
- Es un programa radiofónico Amelia, nadie te verá, tu anonimato está asegurado.
- No me verán, pero me oirán y sabrán a qué me dedico y mi trabajo se verá afectado.
- No logro dilucidar por ningún lado cómo.
- Le pondré un ejemplo rápido porque ya no tendría que estar en este despacho, ni siquiera en la asesoría si me apura. La primera empresa de hoy tiene la elección de candidato en menos de una hora y aún no me he puesto la capa mágica. Imagine que usted es uno de esos candidatos ¿es capaz? Bien, pues ahora imagine que ha estado escuchando un programa de radio donde una psicóloga manifiesta presentarse a hurtadillas en plan espionaje en las entrevistas donde usted cómo candidato se presenta. ¿Cuál sería su reacción? ¿Cómo actuaría? Desde luego no del mismo modo que actuaría si no supiera nada del particular. Ya estaría pendiente, ojo avizor, y yo no quiero eso, no necesito eso, nuestros clientes no necesitan eso. Si usted cree conveniente para la empresa decir cuatro palabras a un micrófono me parece perfecto, pero no me pida que sea yo quién las diga, y ahora debo irme. Que tenga un buen día.
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