EN SU PAPEL-PARTE 8

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-  Insisto. Es lo menos que puedo hacer después de lo que hicisteis por mí tras el accidente. Así que no me discutas, habla con tu hermana y dile que mueva hilos, que yo los moveré por mi parte.

-  Gracias de nuevo Cesar, vales tu peso en oro. Lo siento mucho, pero ahora tengo que dejarte, estoy en la puerta del colegio y Enrique y Sasha están a punto de salir. Le comentaré lo que me has dicho a Sandra y te llamo esta tarde, ¿te parece?

-  Estupendo entonces, esperaré tu llamada, dales un beso grande a tus sobrinos de mi parte.

-  Se lo daré, gracias César.

-  Otra vez…ya te he dicho que lo hago de mil amores.

Se despidieron y Samuel fue hacia la puerta de entrada del colegio donde otros padres y madres aguardaban. La acera estaba atestada de coches aparcados en primera y segunda fila y un guarda urbano regulaba la circulación, o al menos lo intentaba el pobre.

Después de una larga espera salieron sus sobrinos, que al verle fueron raudos hacia él. El rostro de sorpresa de ambos no podía ser más evidente, poco imaginaban que tu tío iba a estar allí aguardándoles.

-  ¡Tío!-gritó Enrique- ¿Y mamá? ¿Ha pasado algo?-Samuel recordó que su sobrino era bastante maduro pese a su edad.

-  No, no sucede nada. ¿O es que tiene que haber algún motivo para que venga a buscaros? Ah, y no solo eso, hoy además de venir al colegio también como con vosotros, ¿qué os parece?

-  ¡Bien!-chillaron los dos al unísono.

-  Bueno, y mientras vamos camino a casa, ¿qué tal si me contáis lo que habéis hecho hoy? A ver Enrique, cuéntame.

-  ¿Por qué tiene que empezar él?

-  Ya está la protestona poniendo peros. Hala, empieza tú entonces. De todos modos tío, a nivelestudio sabes que vamos a la misma clase, así que.

-  Sí, lo sé. Y tú Sasha, no es necesario que te comportes así. Eso solo lo hacen cierto tipo de personas, ¿sabes a cuáles me refiero no? Bien, pues debes saber también que las aborrezco, nunca me ha gustado el afán de protagonismo y me entristecería mucho que mi sobrina favorita quisiera apropiarse de él. Le he preguntado a tu hermano como podía haberte preguntado a ti, sin pretensión alguna, y será él quién responda. Luego te llegará tu turno, no te preocupes. ¡Y no pongas esa cara, que no te estoy riñendo!

Pasó prácticamente toda la tarde en casa de su hermana. Después de comer, los niños se fueron a su cuarto y ellos pudieron aprovechar para hablar. Al principio Sandra fue reacia a la ayuda de César pero luego cambió de parecer. No era de esas personas de ir pidiendo favores a la gente, pero como él mismo le recordó había sido el propio César quién se ofreció.  Ella le dijo que aceptaba porque estaba en una situación crítica, pero que no le gustaban estas cosas. No le gustaba abusar de la confianza de nadie aunque su amigo pusiera la suya en bandeja de plata, la suya era una tesitura difícil y deseó con todas sus fuerzas que alguien le solucionara la papeleta y se pusiera en su papel.

Amelia se dirigía, por fin, a la última empresa del día. Estaba total y absolutamente agotada, deseando que la jornada acabara de una vez. Estas jornadas con tantas entrevistas eran demoledoras, más teniendo en cuenta sus circunstancias. A decir verdad, siete entrevistas no eran mucho hay que reconocerlo, pero ella se encontraba en la encrucijada de cambiar de aspecto cada vez y eso era harto cansado. Su superior le había dicho en ese sentido cuando fue a pedirle algún tipo de solución al respecto que el cliente siempre tiene la razón y que nos debíamos a ellos. Amelia pensó que mientras no se cruzaran dos o tres entrevistas el mismo día y a la misma hora, porque a ver entonces como se solucionaba la papeleta. De momento, en ese sentido, habían tenido suerte. En efecto, se precisaba de más recursos humanos, por lo menos una persona más. Pensó en la charla que había mantenido a primera hora con su jefe, recordando sus palabras al respecto: tu salario con dos personas se vería menguado, y eso ella no se lo podía permitir puesto que necesitaba todos y cada uno de los euros que aparecían en su salario. Luego meditó sobre la posible publicidad y los ingresos que a lo mejor conllevaría la entrevista de radio pero desterró prácticamente la idea. Como bien dijo ella, tenía que seguir estando en el anonimato, el saber podría llevar consecuencias. O, ¿quizás no? Puesto que ya estaba en la puerta de la última empresa decidió dejar aparcados sus pensamientos personales, sacar el vehículo de sus pensamientos laborales y ponerse manos a la obra.


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