"En mis manos estaba mi destino", decía mi gitana mientras sus callosas manos inspeccionaban las mías con dureza. Su voz brotó de repente de su interior como si no le perteneciera y sus palabras iban hilando la historia de mi vida leyendo los secretos escondidos en las líneas de mi piel.
El pasado y los cadáveres ocultos en los armarios se dejaban entrever en la incesante letanía de la vieja.. Mi corazón palpitaba, completando las medias verdades que salían de su boca con los secretos que escondían mi alma, uniéndose en el espejo que era mi ser mostrándome el presente de lo que soy yo ahora, o al menos el que yo podía ver.
Mis ojos se convirtieron en el termómetro de predicción de la gitana, que me observaba sin dejar de hablar, asegurándose por la dilatación de mis pupilas que sus palabras estaban calando en mi línea de flotación. Mis manos, asidas fuertemente por la mujer, temblaban temerosas de su arcano poder. Notaba como me perdía en sus palabras que iban componiendo mi presente con vaguedades y generalismos se convertían en el bálsamo necesario para calmar las negras heridas de mi alma.
Continuaba leyendo mi futuro presagiando la llegada de un gran amor. Uno de esos que son para siempre y para toda la vida mientras juntos nadábamos entre monedas de dinero y rodeados de felicidad; disfrutando de bellos momentos hasta llegar a la senectud. Aunque mi cabeza intentaba apagar el incendio de mi corazón inflamado por sus palabras, había predicho mi final feliz... Y aunque nada tenía sentido... Yo la creí.
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