EN SU PAPEL-PARTE 21

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Dos días después al terminar el almuerzo Samuel recibía una llamada ¿o más bien decir la llamada? Era del restaurante, lo habían seleccionado y el trabajo era suyo, empezaba en una semana. Facilitó los cuatro datos que se le pedían con el fin de empezar a formalizar el contrato y colgó. No terminaba de creerlo, volvía al mundo laboral por fin después de una época de sequía que ya se presumía más larga que la biblia. Se dijo que tenía que arreglar cuatro asuntos en esa semana, entre ellos avisar a Sandra que no contara con él para ir a buscar a los niños del colegio al mediodía puesto que a esas horas el restaurante estaba aún abierto. Pensó que la fortuna no podía haberse portado mejor ¿había alguna cámara oculta? Había conseguido un trabajo y el horario era de película puesto que coincidía con el horario judicial: por las mañanas de ocho a tres de lunes a viernes. Un chollo se mire por donde se mire, pensó.

Sin pérdida de tiempo llamó a Sandra para darle la buena nueva. Ésta se alegró muchísimo por él y en lo referente a los niños le dijo que no se preocupara.

-  En primera instancia me pondré en contacto con Santiago, al fin y al cabo es su padre y si por algún que otro motivo no puede igual su madre sí. En última instancia ya contrataría a alguien aunque espero que no sea necesario.

-  Si quieres que te ayude a cubrir parte de los gastos no tienes más que decírmelo.

-  ¿Tú estás mal de la chaveta o qué te pasa? Por cierto, digo yo que esto bien merece una celebración, ¿organizo una cena para celebrarlo? Puedo llamar a las chicas y tu puedes avisar a César ¿qué te parece?

-  No sé, ¿te recuerdo como acabó la última?

-  ¿Con alguien traicionado por un puñado de monedas y crucificado?

-  ¿Qué?

-  Nada, nada, bromeaba.

-  Es que no lo he pillado. Perdona Sandra.

-  La última cena…Judas…Jesucristo… ¿ahora?

-  Ah, vale. Desde luego hermana tu sentido del humor es.

-  Celestial, lo sé. Bien ¿qué me dices? Venga, que del Mesías se dice también que al tercer día resucitó de entre los muertos. Samuel ¿estás ahí?

-  Sí, sí, aquí estoy. Está bien, organiza esa cena. Cuando sepas día y hora avísame para llamar a César.

-  De acuerdo.

Y sin perder más tiempo Sandra buscó el teléfono de la asesoría donde trabajaba Maite para ponerla en antecedentes.

-  Qué bien, me alegro muchísimo por Samuel. La verdad es que le notaba algo mustio, espero que a partir de ahora la vida le sonría en todos los aspectos. Se lo merece.

-  ¿Soy yo o el tono de tu voz me dice que no pareces muy sorprendida? Ni que te hubieras enterado antes que yo.

-  Anda ya, no digas sandeces, ¿qué voy a saber yo?

-  Es que por un momento chica me ha dado la impresión que…Bah, no me hagas caso, ¿qué día te viene bien a ti? El viernes o sábado sería ideal ¿no crees?

-  Creo que Raquel es más de viernes. A mí me da igual, me adapto al día que sea.

-  Yo por los críos lo tengo mejor también el viernes. Contacta con tu hermana y me llamas para confirmar. Por cierto, ¿puedes avisar a Marta también?

-  ¿A quién? Ah, a Marta. Sí claro, faltaría más (dijo a su interlocutora pronunciando esas palabras con la vista fijada en el despacho de Amalia) En cuanto sepa cosas te llamo enseguida o te mando un washap.

-  Estamos en contacto entonces, hasta luego Maite.

Una vez hechas las despedidas se levantó de su cubículo y se encaminó al despacho de su compañera. Ésta se hallaba metiendo cuatro cosas en su bolso tamaño Mari Poppins y en un primer momento no fue consciente de la presencia de su compañera de trabajo y amiga.

-  Hala, estarás contenta, objetivo conseguido. Ya tienes a Samuel donde querías, ahora es momento de actuar. Y hazlo pronto porque con tanto “Marta” un día meteré la pata.

-  Ah, estás aquí, no te he oído entrar. ¿Me decías algo?

-  Decía que ya puedes estar contenta, a Samuel lo han contratado en la cafetería, acaba de llamar Sandra para dar la noticia y de paso invitarnos a cenar para celebrarlo. ¿Te apuntas no? Así podrás hablar con él y dejar de ser Marta de una maldita vez. La verdad es que me harías un gran favor, he estado a punto de meter la pata hace unos minutos.

-  ¿Y eso?

-  Nada, que Sandra me ha preguntado si podía avisar a Marta y, claro, te llamas Amalia. Ostras, ese particular no solo tendrás que explicarlo a Samuel, no había caído en eso. Nada, aprovecharemos la misma cena para celebraciones y confesiones. Será divertido.

-  Voy a callar lo que estoy pensando porque ya llego tarde. ¿Pero por qué se me ocurriría esta forma de adentrarme en las entrevistas? Es totalmente agotador de verdad. Te dejo, si esta tarde cuando vuelva se sabe algo en firme de la cena ya me lo cuentas.

-  De acuerdo. Por un momento pensé que pondrías alguna excusa para no venir.

-  ¿Yo? ¿Por qué motivo? Ya. Bueno, tendré que enfrentarme a mis miedos y derribar el muro.

-  ¡Esa es mi Amalia!

Una vez Amalia se marchó Maite se dirigió a su mesa, cogió el bolso y buscó su móvil para llamar a su hermana. Pero después de cinco tonos nadie respondió así que antes de dejar el dichoso mensaje probó suerte con el del bufete. Al tercer timbrazo fue atendida por la siempre servicial Andrea, la secretaria de Raquel.

-  Hola Maite, ¿qué tal todo?

-  Bien, gracias. Quería hablar con mi hermana y como no me coge el móvil, ¿me puedes pasar con ella?

-  Te pasaría encantada pero es que no se encuentra aquí en estos momentos.

-  Vaya. Supongo que debe estar por los juzgados o visitando algún cliente.

-  No, ni una cosa ni otra. Tu hermana se ha ido al cementerio y, entre tu yo, cuando me lo ha referido antes de salir por la puerta he visto que había llorado. Por descontado me lo ha negado pero no ha conseguido engañarme. Veo que te he dejado sin palabras.

-  Pues sí Andrea, la verdad. Me puedo imaginar a quién ha ido a visitar y eso me desconcierta.


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