Un taxista que trataba de avanzar en el embotellamiento, quiso llevarlo. Caminó media hora y llegó a su destino. “Las cosas que voy a contar en la Cordillera de Nahuelbuta. Y recién me alcanzó el taxista”.
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Rudecindo bajó en el terminal de buses en Santiago, se sacó su sombrero campesino y rascó la cabeza cuando vio tanta gente apurada para ir quién sabe a dónde diablos. Quedó asombrado de la suerte que tuvo un tipo que se encontró un fardo de billetes y, muy amable, quiso compartirlo, pero se negó a aceptar una parte, "la suerte fue suya, amigo" y continuó su camino; curiosamente, el desconocido quedó refunfuñando.
Un taxista que trataba de avanzar en el embotellamiento, quiso llevarlo. Caminó media hora y llegó a su destino. “Las cosas que voy a contar en la Cordillera de Nahuelbuta. Y recién me alcanzó el taxista”.
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