LA HORA COMPASIVA. - 1ª Parte
Por John Chapelle
Enviado el 13/04/2016, clasificado en Cuentos
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Nunca antes había estado en aquel lugar, ni nunca se hubiese imaginado que alguna vez acabaría allí. Hacía horas que llevaba esperando que lo llamasen para declarar, exactamente 3h. y 17mn. Lo sabía muy bien, por algo él era un reloj, un reloj ya antiguo, de los que ya no se fabrican, pero un buen reloj de Cuco.
Bueno en cuanto su mecanismo, y bueno en cuanto a sus sentimientos, y por ser bueno y compasivo, se hallaba en aquella fría sala, esperando que los grandes Relojes medidores del tiempo supremo, lo llamen a declarar para ser juzgado al tan grande atentado y ultraje contra el mismísimo tiempo, que había cometido. Y que les diría en su defensa.. ¿Ignorancia, engaño, desconocimiento? - NO!, él no ignoraba cuanto hacía, y no hubo engaño, ni tampoco desconocimiento de las graves consecuencias que ello iban a ocasionar. ¿Arrepentimiento? - NO!! Tampoco, no estaba arrepentido de todo cuanto había hecho, y lo volvería a hacer.
Mientra él triste y viejo reloj, marcaba sus propias horas, fue repasando los acontecimientos desde los inicios, y recordó los hechos, con una triste sonrisa, mientras en su interior el Tic-Tac de su mecanismo, sonaba como un corazón. Tic-tac, tic-tac, tic-tac……
Estella jugaba con su muñeca en su habitación, cuando escuchó detenerse un automóvil delante de la casa. Se asomó a la ventana y reconoció al auto de su padre, e inmediatamente se dirigió a las escaleras para descender a la planta baja, donde ya estaba entrando su padre. La niña se abalanzó sobre él y se colgó de su cuello besándolo, sin dar tiempo al hombre a soltar el equipaje, finalmente lo depositó en el suelo y abrazó a la pequeña. Esta no paraba de decir.. – Llevamos toda la tarde esperándote! ¿Porqué has tardado tanto Papá?- < Su madre acudió en ayuda de su esposo, y tras rescatarlo de las manos de la niña, dijo > - Deja que se siente tu padre y descanse, ya te lo contará -. Y todos se dirigieron al salón, y se sentaron, pero la pequeña vino rápidamente a sentarse en las rodillas de su padre, el cual estaba encantado de estar de nuevo con su familia tras una semana de ausencia, y comentó.
Viniendo, casi a medio camino, por la carretera que atraviesa el bosque, como ya se había hecho de noche, vi a lo lejos algo sobre la carretera, y al acercarme constaté que era un carro de un zíngaro, de esos que son nómadas y usan el carro como una vivienda. Paré y el carro estaba volcado, y había un anciano atrapado sin poder liberarse del peso del carro. Le ayudé a liberarse, y finalmente pudo quedar libre del peso que le atrapaba las piernas. Tras comprobar que salvo múltiples magulladuras, no había fracturas. Con la ayuda de mi auto, y atando una cuerda, conseguimos poner sobre sus cuatro ruedas el carro caravana, y recuperamos el viejo caballo que se había soltado y pacía tranquilamente. Le ofrecí un cigarrillo al anciano y nos sentamos dentro de su carro y charlamos un momento. Entre las cosas que se habían volcado, observé un antiguo Reloj de mesa, simulaba una pequeña iglesia, y pensé que se habría roto. El anciano sonrió, y sin mirarlo siquiera me dijo. – Señor, este reloj nunca se rompe, créame.. ha soportado innumerables golpes, ha sobrevivido a una Guerra, y nunca ha fallado ni un segundo. En agradecimiento a su gran ayuda, sería para mi un gran honor regalárselo. - Yo me quedé un poco cortado, y le dije que no podía aceptarlo, que esa obra de arte valía mucho dinero, a lo que él me respondió. – Este Reloj es muy especial, se puede regalar, pero nunca se puede vender ni comprar. - < Tanto insistió el anciano, que lo tuve que aceptar, y tras despedirnos, aquí estoy y ese es el motivo de mi tardanza, y de llegar fuera de la hora prevista >.
Madre e hija se quedaron un momento calladas, intrigadas por la narración del hombre, pero la niña rápidamente se repuso, diciendo.. – ¿Y donde está?.. ¡Yo quiero verlo! < El padre le señaló un bulto liado en un viejo papel y la pequeña se dirigió rápidamente a desliarlo. En cuanto le quitó el papel, la pequeña se quedó asombrada ante la sencilla belleza del Reloj, lo miró largo rato y exclamó >. – ¡Papá, regálamelo, por favor es precioso, deja que lo ponga en mi habitación, por favor papá!.. – El padre y la madre cruzaron la mirada, y tras asentir ella ligeramente con la cabeza, dijo el padre. - ¡Tuyo es!.. pero debes de prometer cuidarlo y limpiarlo siempre. - La niña abrazó a su padre y a su madre, y dijo muy seria.. – ¡Prometo cuidarlo siempre! - Y cumplió durante toda su vida la promesa.
El viejo Reloj, seguía esperando en la sala a ser llamado, y volvió a sus recuerdos. Pasaron los años, y la niña creció, desde su mesita fue testigo de sus juegos, alegrías y tristezas, de sus horas de estudio, de sus éxitos académicos, y también de su primer y único amor. Se llama Lorenzo, aunque todos le dicen Loren. Si, ya se sabe que el nombre no está de moda, y que tampoco es muy bonito, aunque el chico era bastante bien parecido, aunque tímido. Eran compañeros de estudios, y al ser dos años mayor, iba un curso más adelantado que Estella. A veces venía a ayudarla en sus deberes, y yo vigilaba a los jóvenes, con mis manecillas les indicaba cuando era la hora de marchar, aunque ensimismados en sus cosas, me ignoraban, paro para eso tenía yo en mi interior a mi amigo el Cuco, que a una indicación mía, salía estrepitosamente de su nido, ya que era muy perezoso y le gustaba mucho dormir, solo trabajaba unos segundos cada hora, y en periodo diurno, ya que por la noche, yo no le dejaba salir para no despertar a mi amiga, que tan bien me cuidaba y me limpiaba a diario, sin olvidar ni un solo día de darme cuerda. Al cantar el viejo cuco, se despedían y sus manos se estrechaban manteniendo el contacto algunos segundos más de lo normal, y eso yo lo notaba y cronometraba, pues para algo era yo un Reloj.
... FIN DE LA 1ª PARTE...
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