Respetar, para no perder un amigo
Por Jesús A.
Enviado el 13/04/2016, clasificado en Varios / otros
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Gerardo, es un jubilado que casi todos los días se sentaba delante del edificio, para donde vino a vivir Roberto, que también está jubilado, con lo que este, luego al banco se iba a sentar un rato casi todos los días y un día de esos que coincidieron, los dos entablaron una conversación, que se amplió en los días sucesivos, llegando a una amistad, en que ya iban, a tomar unos cafés juntos de vez en cuando. Hasta que llegó un día, que sabiendo donde vivía, cuando llegaba Gerardo llamaba desde la calle para que bajara y Roberto que es un hombre paciente bajaba. Pero había cosas de Gerardo que no le gustaban nada, como que de vez en cuando, le criticara su forma de vivir, a la vez que se ponía de ejemplo, en cómo se debía de disfrutar la vida. Roberto, al oír estas críticas para él intolerables, por lo reiteradas que estas eran, ya le había advertido de alguna manera, de que no siguiera por ese camino, porque respetaba su manera de vivir (aunque nunca la seguiría, por lo banal que le parecía) y otro tanto esperaba de él.
No obstante el vicio de criticar, como cualquier otro vicio, no se es fácil de erradicar y Gerardo volvía a tropezar en la misma piedra y hasta un día que se encontraron en otra parte de la ciudad, cuando Gerardo iba a entrar en un establecimiento, después de saludarse. Roberto lo esperó en la puerta de la entrada, para seguir con la conversación después de salir y cuando Gerardo se despidió del recepcionista dijo: ahora tengo que aguantar a este por ahí arriba. Esto fue lo que colmó el vaso de la paciencia de Roberto, que como en aquel momento, no le conveció la respuesta, al llamarle la atención, por lo que había dicho. Para la próxima que le llamó desde la calle, en vez de bajar, le dijo que se fuera a la m….., aunque Gerardo no debió de creérselo del todo, por eso al otro día volvió a llamarlo; ahora sí, Roberto bajó, pero fue para cantarle las cuarenta, recordándole todo lo que había pasado y si quería tener un amigo, había que respetarlo. A lo que Gerardo no pudo contestar con algo convincente. Porque sabía que de esa manera, había perdido otros amigos. Fue lo que le contaron otros conocidos, más tarde a Roberto.
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