Clin clin clin, se supone que ahora debo levantar la cabeza y sonreír agradecido. ¿Agradecido porque? Estoy en la puerta de un supermercado, es invierno y estoy muerto de hambre. No tengo más ropa que la que llevo ni mejor techo que unos cartones. Y aún así debo agradecer que mi denigrante existencia se base en el sustento de monedas de desconocidos que me lanzan monedas cuando pesan demasiado en sus bolsillos, pero que ni siquiera me miran a los ojos mientras lo hacen. ¿Porque me las dan? No saben quién soy, No conocen mi historia. Lo hacen por pena, y pena es lo que me da a mí que mis molidos huesos vivan gracias a esos rostros de miradas esquivas, a menudo suelo pensar que yo soy el que da las monedas. Pero cada día despierto oliendo a vino, más viejo y sin nada que llevarme a la boca.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales