Todo lazo fue cortado, salvo el sentimental. Aquél que deja rastros de desesperación y atenta contra el sano juicio. Aquél que pide auxilio con un grito silencioso. Es una tragedia para los más románticos y un caos para los más escépticos. Seguir adelante es un reto, pero no uno cualquiera, es un día a día continuo con preguntas sin respuestas. Es una invasión de nostalgia.
El asilo suele ser el remedio para quienes no sufren de desvelo. Hay otros que mirando hacia atrás logran llenar el vacío existencial -momentáneamente-. Pero no hay peor cosa que ignorar lo valioso y conocer lo insignificante. No hay peor cosa que despertar sabiendo lo que desearías no saber y viceversa. Porque desconocer también duele. Porque desconocer, aunque parezca absurdo, provoca caídas. Caídas sin amortiguamiento.
Se sufre, o un poco o un mucho, pero se sufre. Se extraña. Se anhela. Se espera convivir con lo anhelado en cada sueño. Se comen más ansias, que otra cosa. Porque la esperanza y la paciencia no aparecen más. El pasado es y será un viaje sin retorno. Porque es ahí cuando se viaja acompañado; boletos para dos, mesas para dos y cuartos para dos. Para dos y no para uno. Porque el presente no es lo suficientemente acogedor. Porque el presente siempre juega una mala pasada. Porque el presente no es de fiar. Porque el presente no es para dos.
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