75 cl de amor

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Era una noche tranquila, una noche sin luna, una noche cualquiera. Un hombre de triste semblante, entra en un tranquilo bar. Con poca luz, y música ambiental. El hombre se dirigió directamente a la barra, y se sentó allí mismo.

-Un whisky con hielo, por favor -le pidió al camarero-.               

El camarero sacó el vaso, dejó caer el hielo en su interior, y lo llenó. Antes de que se pudiese llevar la botella, aquel hombre le agarró el brazo.

-Deja la botella.

-¿Un mal día? -Le preguntó el camarero-.

-Una mala vida.

El camarero dejó la botella y se retiró a atender a otros clientes. Justo a la derecha de aquel hombre triste, había otro hombre. Por su aspecto, parecía bastantes años mayor que él. Vestía un abrigo de pana, sombrero, y lucía algunas canas. También tomaba un whisky. Por un momento se dirigió al hombre triste que tenía a su izquierda

-Esa mirada… la conozco -le dijo aquel hombre- no es nueva, lleva años ahí, mucho más que esa barba descuidada, y esos pelos revueltos. Es por una mujer, ¿cierto?

-A caso no es siempre por una mujer

- si, que tontería, siempre he pensado que solo hay dos cosas que pueden hacer daño a un hombre de verdad. Las mujeres, y un buen golpe en el pie contra algún mueble

-No te falta razón.

-¿No tienes con quien hablar?

-Sí, pero sencillamente, no me apetece hablarlo.

-Ya veo, no es fácil

-Y no sirve de nada.

-Te entiendo. Mejor de lo que crees.

-¿Eso piensas aún sin conocerme de nada?

-Si no te conociera, no sabría que no bebes para olvidar, eso nunca sucede.

-¿Y por qué crees que bebo?

-Bebes para quitarte ese nudo que tortura tu garganta. Cada trago que das, es un segundo de libertad.

El hombre triste se rellenó la copa, y también llenó la del hombre que le acompañaba aquella noche.

-Tienes razón.

-Lo sé, igual que sé que la botella se terminará antes que la tristeza.

-Tendré que pedir otra.

-Si, es una solución.

-Lo es.

-¿Qué te parecería compartir tu historia con alguien a quien seguramente no vas a volver a ver en tu vida.

-¿Porqué me escucharías?

-Porque no tengo nada mejor que hacer.

Una vez más, el hombre triste se rellenó su copa.

-¿Por dónde empiezo?

-Cuéntame cómo es ella

-Perfecta, aunque piense lo contrario, ella es una luz en la oscuridad. Es distinta, es única

- Ama a otro, ¿verdad?

-No sé si ama a otro, pero, no creo que se quiera ni a si misma.

-Entonces, ¿ni siquiera se lo has dicho?

-Se lo he dicho.

-¿Y nada?

-Nada, yo no le intereso, al menos no de esa forma, ni siquiera me ha dado una respuesta clara, sencillamente no creo que le interese. Ella prefiere la compañía de hombres que la engañan y que no la valoran. Incluso sabiéndolo, le da igual.

-Por eso dices que no se quiere… no pareces una persona lanzada, algo te habrá hecho pensar que te quería, cuéntame, ¿cómo la conociste?

-Pues no lo recuerdo bien, seguramente en un bar. Por algún motivo comenzamos a hablar. Al principio solo la veía como una amiga, pero estaba convencido de que estaba loca por mí, o eso pensaba antes, en poco tiempo me acabé enamorando de ella, traté de decírselo muchas veces, pero no es lo mío.

-La vieja historia, llegaste tarde.

-Como siempre. Tal vez nunca me quiso de la misma forma que yo a ella, y, solo era una ilusión. Tal vez la alague demasiado. Fui bueno con ella, creo que odia eso. O, tal vez fui demasiado amable. Soy un hombre aburrido.

-Eres un buen hombre. Las mujeres no hacen cola por las buenas personas.

-No, siempre terminan con algún imbécil que tan solo se aprovecha de ellas y las tratan mal, pero es lo que parece que buscan.

-¿Y cambiar no es una opción?

-Lo haría si pudiera, pero no soy así.

-¿Cuánto llevas mal?

-Meses.

-La quieres de verdad… entiendo que no es la primera vez que te pasa.

-Ni será la última, por desgracia.

-Pero solo puedes olvidarla. Si es como dices, estará con cualquier imbécil antes que contigo, pues, aunque te quiera, no se permitirá ser feliz, pues no se quiere a si misma. Supongo que los hombres como nosotros estamos destinados a estar siempre solos. Seguramente, tu podrías estar con cualquier otra.

-Lo sé, tienes razón, solo puedo dejarla alejarse de mçi. Y si, tal vez podría estar con cualquier otra, pero si de verdad me conoces, sabes que no me interesa, pues aunque a veces me odie, yo si que me quiero a mi mismo.

-Lo sé, no se puede engañar al corazón.

-No se puede.

-Los estúpidos nos reconocemos entre nosotros.

De nuevo, el hombre triste rellenó los vasos.

-Eres mayor que yo, y has pasado por lo mismo, ¿conoces alguna forma de superarlo?

-Solo hay una que yo sepa, y estoy seguro de que lo sabes también.

-Solo un clavo saca a otro clavo.

-Eso es.

-El segundo clavo termina doliendo más que el primero.

-Entonces, tendremos que dejárselo al tiempo y el alcohol.

El hombre del sombrero terminó su copa, pagó la cuenta y se levantó. Antes de marcharse, dirigiéndose nuevamente al hombre triste dijo:

-Sé que no hay nada de lo que yo pueda decir que vaya a ayudarte, pero intenta liberar tu mente, respira profundo e intenta dejar que pase, y… ¿quién sabe? Tal vez si nos vemos de nuevo, seas tú quien tenga que escuchar mi historia.

-Gracias por aguantarme.

-No le des importancia.

-¿Quién eres?

-Eso da lo mismo. Solo soy alguien como tú, otro solitario de por vida. No alejes demasiado la papelera de la cama.


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