EN SU PAPEL-PARTE 28

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A la mañana siguiente Amelia se levantó rauda y con el tiempo pisándole los talones, por lo que se tomó un café rauda, se vistió como pudo y tomó rumbo al trabajo. No recordaba cuál fue la última vez que se durmió. Bien, en realidad ese verbo esa noche lo había conjugado más bien poco. Quizás ese era el motivo. Cuando llegó vio a Maite sentada en su lugar de faena, así como que ésta le hacía señas para que se acercara.

No te lo vas a creer. ¿Qué pasa? Sabina, está aquí, hablando con el todopoderoso. El susodicho me comentó algo de ella el otro día. Bueno, más bien me preguntó si sabía algo de ella. ¿Qué carajo estará haciendo aquí? Que yo sepa no terminó muy bien su relación laboral. Más bien dirás que terminó como el rosario de la aurora. Aquí hay gato encerrado Amelia, sino tiempo al tiempo. Y es una lástima, porque en lo suyo era muy buena, de las mejores. Sí, eso se comenta. Disimula, que vienen. Hola Maite, cuanto tiempo, veo que no has cambiado. Y tú, por lo visto, tampoco Amelia. A ver si vamos las tres de compras un día de éstos. Bueno chicas, nos vemos mañana.

Y con esas salió con la puerta dejando a Maite y Amelia mirándose la una a la otra. ¿Nos vemos mañana? Antes de que pudieran hacer cábala ninguna al respecto fueron informadas de que Sabina volvía a estar en la nómina de la asesoría. Tanto la una como la otra no entendían el proceder de tal decisión, pero se curaron muy bien de expresarlo en voz alta. Seguían pensando y así lo hablaron degustando un chocolate en la cafetería cercana a la asesoría que había un algo pero el qué lo ignoraban.

No le demos más vueltas Amelia, nos enteraremos con el paso del tiempo. Ahora cambiemos de tema y hablemos de ti. ¿Y por qué no de ti guapa? Porque yo no tengo tema suculento y tú sí. Ya me dirás tú qué tema interesante puedo tener yo. Venga, no te hagas la tonta, que lo sabes muy bien. ¿Has vuelto a saber de él? Si te refieres a Samuel no, no he sabido nada más desde la “exitosa cena”. Si es que me tenía que haber callado la boca. No digas eso mujer. Pero ponte en su lugar, creo que tú hubieras reaccionado peor. Amén del discurso te aseguro que se hubiese llevado un buen guantazo. ¿Ves? Tú dale un margen de tiempo y verás cómo las aguas vuelven a su cauce y puedes volver a sumergirte en ellas. No, quita, Samuel se acabó para mí. ¡Anda, qué tarde se ha hecho! Ni se te ocurra sacar el monedero, me toca pagar a mí.

Así que se dirigió a la barra, le dio el importe justo a la camarera de las dos consumiciones y se fueron otra vez a seguir con sus tareas. Cuando terminaron la jornada laboral Maite le propuso a Amelia ir a visitar a su hermana, hacía días que no la veía y estaba preocupada. Sabía que la muerte de Adrián le había afectado más de lo que ella quería reconocer y su intención era, en la medida de lo posible, dejarla el menor tiempo posible sola. Al llegar no encontraron a nadie, y eso que ya eran las ocho y media pasadas.

¿Qué raro?- se preguntó Maite-Espera, voy a llamarla al móvil. Pero lo único que consiguió fue el archiconocido “este móvil está apagado o fuera de cobertura en este momento…” ¿Ocurre algo?- se interesó Amelia. No está en casa como puedes ver y no me coge el móvil. Estoy comenzando a preocuparme. ¿Por qué no pruebas en el bufete a ver? Ostras, es verdad. Nada, tampoco. Allí no está o no me lo quiere coger. Tampoco hay que ser mal pensada. Mira, lo siento, pero yo me marcho para casa. Mañana me da que me espera un día duro. Bien, nos espera con Sabina merodeando por allí. Calla, no me lo recuerdes. Sí, yo también me marcharé. Total, aquí ya no pinto nada, mañana a ver si tengo más suerte y la localizo.

Y, tal como se dijeron una a la otra se encaminaron cada una cual mochuelo a su olivo correspondiente.

Raquel no pudo por menos que sentirse culpable, pero no le apetecían visitas en ese momento. Estaba ocupada recogiendo todos los recortes de periódico donde se hablaba de la noticia del asesinato de Adrián, contrastando la información dada por unos y otros. Mañana iría a pedir los permisos necesarios para ir a prisión y solicitar visita con el que ella creía inocente del crimen que se le acusaba. No, no creía, estaba prácticamente segura. Ese pobre hombre había tenido la mala pata de estar en el sitio incorrecto en el momento más inadecuado, unido a que en el palacio de la justica estaba atestado por expedientes con su nombre escrito. Además, si no recordaba mal, había tenido unos cuantos pleitos con Adrián y no terminaron a favor de sus intereses. Pero aún así, ella confiaba en su inocencia, ella quería ponerse en su papel.

 

 

 

 

 

 

 


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