VIENE DEL CAPITULO ANTERIOR
En número de combatientes 5 a 1 de forma aproximada, los romanos eran muy inferiores, aunque se situaron en un lugar cercado de árboles, en donde no podían ser envueltos, sobrepasados, o ser víctimas de una encerrona. Las tropas romanas estaban bien entrenadas y bien blindadas; las de Boudica eran muy abundantes en personal aunque poco compactas en armamento en sus componentes (porque tenían niños y gente muy mayor). La noche que precedía al enfrentamiento, tras mandar recoger el acampamiento, Suetonio pidió ser llamado al llegar las tropas enemigas al lugar del enfrentamiento. Al pasar esto, las milicias se pusieron en hileras de siete soldados, con sus protecciones, estoques y picas (dos por cada hombre). Suetonio, al ver que por detrás de los enemigos estaban sus carromatos de traslado, se dio cuenta de que vencerían. Al acometer las tropas britanas, las mucho más instruidas hileras romanas lanzaron hacía ellos infinidad de picas que mermó a los que atacaron en primer lugar. Eso creó desconcierto en los britanos, que comenzaron a retirarse, quedando el suelo cubierto de cadáveres. Suetonio mandó a sus hombres seguir adelante sin apresuramientos, en una formación poco uniforme, resguardando sus costados con sus protecciones. Al acercarse, las tropas de Boudica de nuevo atacaron, quedando atrapados en la sierra dentada de las hileras romanas. Los milicianos más adelantados protegidos por sus protecciones, clavaron con sus estoques a muchos guerreros, sin apenas sufrir heridos. Al pasar un poco de tiempo de lucha, a una orden de los líderes, abandonaban esa posición a los que les precedían, yendo a la hilera de atrás. Con eso se renovaban continuamente para descansar. La matanza fue bestial y al serle imposible penetrar en las hileras romanas, los britanos se aterrorizaron y iniciaron la retirada, atropellándose entre ellos, en tanto que los romanos continuaban con su progresión inexorablemente.
En su angustia por escapar, los britanos no solo consiguieron que los romanos les persiguieran sino que atropellaron a niños, viejos y mujeres, que estaban mirando el enfrentamiento cerca de los carromatos. El amontonamiento fue tan grande, que unos 40.000 fallecieron atropellados por ellos mismos en dispersión y los carros que taponaban la huida.
En ese momento, la compasión entre los romanos no existió, matando a mujeres en estado y a niños, pasando mucho tiempo en rematar a los lisiados y a hostigar a los que se habían escapado por entre los vehículos.
Boudica terminó por envenenarse para que los romanos no la cogieran, fue lo que escribió Tácito, sin embargo Dión Casio relata la historia de otra manera. Fue tanta la crueldad de los romanos, que en los cuatro siglos posteriores, el territorio estuvo exento de violencia. Inclusive el soberano Nerón conceptuó de “muy fuerte” la venganza contra los celtas que participaron en ese enfrentamiento.
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