Casi siempre termino por escribir por la noche, cuando todos duermen, cuando todos descansan. Es justo en ese momento que terminó por abrirme, por sacarme el corazón y notar lo blando que es.
Mi vida ya es diferente, no se compara en nada a la vida que un día pensé que podría tener. No, en nada se parece. Pero, ¿esto es malo? No, al contrario, mi imaginación era ridícula, vacía, simple.
El destino me jugó una partida que no esperaba, estoy muy sorprendido pero más, agradecido. Me regaló justo lo que necesitaba, lo que me hacía falta. Tengo a mi lado a las personas que me dan ese abrazo con la medida exacta para nivelar mi felicidad y combatir mi tristeza.
Pero, ¿Por qué estoy despierto? ¿por qué si son la 1:17 am no puedo conciliar el sueño?
Porque mi mente me planteó la frase que mató a morfeo, que alteró mis nervios y afloro mis sentimientos.
"No tengo miedo a morir, tengo miedo de ver morir a mi gente"
Si, la edad, las experiencias y mis historias me han golpeado con el látigo de la realidad, dejando una marca en el pecho. Lastimando más allá que sólo la piel, ojalá sólo saliera sangre, pero por suerte y desgracia existen los sentimientos.
No quiero volver a ir a ningún funeral. Me arrepiento de madurar, no sabía lo que hacía, ¡perdón! ¡fue sin querer! Quitenme la capacidad de valorar la vida de las personas que me rodean. Así, sin saber todo esto de la vida estaba bien, es una responsabilidad que no se si pueda retroalimentar. La muerte. Es un dolor horrible saber que no volverás a sentir las manos, los brazos, los besos, el aliento, las palabras de los llamados "los tuyos". ¿Míos? No! Desafortunadamente no son míos, porque sino con todas mis fuerzas lucharía porque nunca se fueran.
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