Se sentó a esperar que algo pasara. Esperar. Esa era el devenir de su vida. Era de las que pensaba que lo mejor estaba por llegar: un trabajo mejor, unas vacaciones inolvidables, un romance de novela... Mientras tanto seguia esperando. Seguia viviendo con su trabajo precario, con sus vacaciones en la casa familiar, con su matrimonio de plata... Algo debia pasar. No podia ser que tanto esfuerzo no sirviera para nada. Estaba harta de frases de autoayuda, sentencias enmarcadas en preciosas imagines bucólicas de lugares en los que ella no estuvo jamás. "Lo importante no es caerse, es levantarse" "no esperes que las cosas pasen, haz que pasen" "el que no juega ni gana ni pierde" "...".....
¡Qué mierda de filosofía era esa!
Unos cuantos iluminados y otros pocos suertudos se habian empeñado en desesperar al resto, a la mayoría. Esa mayoria que leia sus frases estúpidas para calificar sus vidas de mediocres. Definitivamente, la felicidad, mal entendida, estaba supravalorada. Y así, como ella, miles más. Inconformes. Hastiados. Infelices permanentes que olvidaron vivir ignorando la felicidad y disfrutando de su dia a dia que siempre seria la envidia de otros menos afortunados.
Y alli se quedó ella, perdiendo y esperando.
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