El paso del tiempo había hecho mella en mi cuerpo.
La adolescencia, la juventud y el tiempo pasado hasta los treinta, dejaron mi cuerpo para el arrastre. Las fiestas y las orgías hasta esa edad convirtieron mi nombre en leyenda.
Los cuarenta fueron dedicados en exclusiva a la búsqueda del sentido de la vida, sin apenas conseguir que mi yo encontrará la menor pista. Vamos lo que todos conocemos como la crisis de los 40. Ligar con todo lo que tenga tetas para reafirmarme.
La etapa de los cincuenta a los sesenta, la dedique a cultivar mi cuerpo, estropeado a causa de las cervezas y comilonas que la búsqueda del sentido de la vida, había acumulado durante la década de los cuarenta.
Llegué a conseguir un cuerpo digno de cualquier adolescente, pero sin las fuerzas y las mujeres sobrevenidas en esa época. Etapa de asimilación de las puertas a la tercera edad.
A los setenta llegué sin importarme una mierda mi cuerpo, mis ideas, mis amigos y sus opiniones y menos aún, las pocas mujeres que aún se podrían fijar en mi. Etapa de asimilación de que a los demás también les importo una mierda.
Pero los ochenta!!... hay amigos los ochenta. En esta edad encontrar todas las respuestas es tan sencillo que hasta encontré el sentido de la vida. Y es que la vida, la había vivido en el sentido contrario. La vida corre siempre en el sentido opuesto a como debería ser y sólo me di cuenta cuando vi la película de "el extraño caso de Benjamin Baton".
En definitiva no busques el sentido de la vida, porque puede que tu no vayas en el mismo sentido que ella.
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