Tu extraña forma de fruncir el ceño

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Siempre he encontrado morbo en lo prohibido.

Sabes que no me considero creyente. Dicen que Adán fue el primero, en los registros de la historia, en caer en la tentación de lo prohibido. Sinceramente no creo que sucumbiera a los encantos de Eva. Si Dios hubiera prohibido la serpiente, apuesto a que hubiera mordido ésta en vez de la manzana.

Naciste diferente. Escuchas la música de cantautores desconocidos. Cierras los ojos para sentirla muy dentro de ti, cerca de tus vísceras o tus entrañas. Empiezas los libros por el final. Antes de comprarlo siempre lees la última frase, el último párrafo o incluso la última página. Probablemente sea porque te gusta prever el futuro, o quizás eres incapaz de vivir el momento sin saber que consecuencias tendremos. Salir a correr escapando de todo. El deporte siempre te ayuda a ordenar pensamientos y a apaciguar tus enfados. Las ganas de evadirte, de desparecer y de viajar por todo el mundo. Tu competitividad cogida de la mano a tu mal perder. El frío suelo apoyado en tu espalda te transmite tranquilidad, tumbada boca arriba intentas cambiar el mundo. Disimulas, como una actriz nominada a los Óscar, siempre que me ves, sentada en la butaca esperando a que yo diga tu nombre. Te gusta que note tu presencia casi tanto como que yo sea el que ceda en dar el paso para saludarte.

Creo que nadie había apreciado en ti la magia de tus suspiros, tu extraña forma de fruncir el ceño, tu sonrisa picarona que nunca sabré lo que esconde, tu forma exagerada de bailar, el contraste de tus piernas, fuertes y suaves a la vez, tu mirada penetrante que me hace pedir perdón incluso cuando no he hecho nada, tu cabezonería cuando sabes que estas equivocada, tu hacerme sentir culpable, tus abrazos energéticos o tus besos a mi nariz.

Dices que me quieres, pero que lo nuestro es imposible. Te esfuerzas en aparentar que todo ya ha pasado, que no te atraigo, que las mariposas de tu estómago escaparon volando libremente hace ya un tiempo. 

Me miras con cara de amor y odio a la vez. Juras a los cuatro vientos que no va a volver a suceder, que me vas a olvidar y que no volverás a soñar conmigo cuando duermas con otro. Pero no te das cuenta, haciendo todo esto, que te conviertes en un reto, y que soy reincidente en despertar mis deseos de probar lo prohibido.


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